XLII: El pintor

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Domingo 9 de octubre, Sonic se encontraba pensativo. Las clases en domingo siempre eran más cortas, así que el resto del día se le quedaba libre. Al contrario que su hermana, la cual todos los domingos por la tarde tenía lecciones de modales. Una tontería a su parecer.

Hacía tiempo que no dejaba de darle vueltas a un asunto, más bien a una persona: el pintor de la plaza. Realmente había quedado maravillado ante el talento del buen hombre. Era difícil pensar que una persona tan habilidosa con los pinceles no pudiese ganarse la vida. Era muy injusto a su parecer.

Hoy estaba dispuesto a hacer una buena acción que hace mucho que tenía pensada. Se acercó al despacho donde estaba su madre. Inspiró hondo antes de picar a la puerta y recibir el paso.

—Oh, Sonic cariño, eres tú. ¿Qué ocurre?

—Verás madre, ya he acabado todas mis tareas y me gustaría dar un paseo por el pueblo.

—¿Tú solo? —pregunta en tono alarmante.

—¿Sí? —contra pregunta. Ya se imaginaba la respuesta que iba a recibir.

—Ni hablar. Caminar por ahí tú solo es muy peligroso.

—Madre, tengo casi mi mayoría de edad. ¿No crees que merezco un poco de libertad? ¿Si ni siquiera conozco mi reino, cómo voy a saber gobernarlo? —Manipuló. Sabía que si introducía algo de ese calibre era posible que la convenciese.

—Está bien, podrás salir. —Se levanta del escritorio y se acerca a él—. Pero ni por un casual estarás solo. Irás en carroza acompañado por los tres mejores guardias de palacio, y ni se te ocurra oponerte.

—Protestó internamente—. Está bien. Gracias madre.

—De nada cariño, diviértete. Espera en el recibidor mientras les aviso. —Salió del despacho.

Mejor esto que nada. No dejaba de repetir para sus adentros.

Como le había ordenado, bajó al recibidor. Mientras pudiese hacer lo que tenía planeado no habría sido una salida en vano. Un par de minutos después aparecieron los tan famosos guardias.

—Sentimos la espera príncipe Sonic. —Hacen una reverencia. Eran tres guardias uniformados con armaduras, como si fuesen a luchar contra algo o alguien.

—No se preocupen, no fue nada. Levántense. —Nunca le gustaría que se inclinasen ante él. Se dirigieron a la carroza, una de tantas. El erizo optó por la más discreta, una enteramente negra tirada por dos corceles marrón oscuro. Se acercó y acarició la cabeza de los percherones. Siempre le habían gustado los caballos.

—Uno de los guardias abrió la puerta—. Adelante príncipe Sonic. —Se inclinó. El azul subió en silencio, no habría manera de quitarles esa costumbre.

El que le había abierto la puerta se sentó a su lado, por otra parte, los otros dos que restaban, uno se subió delante para conducir y el otro atrás para escoltar.

—¿A dónde quiere ir su majestad? —pregunta el que llevaba las riendas de los caballos.

—Me gustaría dar un paseo por todas las plazas de los barrios del reino.

—¿Barrios bajos incluidos? —inquiere el que estaba sentado a su lado.

—Por supuesto, barrios bajos incluidos. —No le gustaba para nada ese término.

—Está bien alteza. —El conductor sacudió las riendas indicando a los caballos que empezasen a caminar.

Comenzaron por los barrios más cercanos al castillo, es decir, los de clase alta. La gente miraba la carroza con admiración, dentro se encontraba el futuro rey. Sonic los saludaba animadamente.

Prejuicios [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora