XLV: Secretos

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Se encontraba caminando por la montaña. No sabía si para olvidar el hambre que tenía o simplemente porque le apetecía.

No era fácil ser el hermano mayor, tener que sacar a su familia adelante. Más cuando los empleos eran efímeros y mal pagados. ¿Cómo les iba a decir a sus hermanos que no podrían comer al día siguiente?

Comenzó a sentirse extremadamente mal, su pecho parecía estar siendo estrujado. Creía que moriría de un momento a otro. Se encontraba cerca de palacio. Sabía que los guardias, muy seguramente, le echarían a patadas, pero si moría allí al menos habría testigos para entregar el cadáver a su familia.

Subió aquella cuesta para alcanzar el castillo. Una colina que le pareció interminable. Al llegar pudo observar a un par de guardias en la puerta y, sorprendentemente, a la princesa cuidando sus flores.

—¡Alto ahí! ¡Los campesinos no pueden pasar sin un escrito especial! —grita un guardia. El otro se puso delante de la princesa, cubriéndola, como si tuviesen la intención de atacarla.

—Por favor... Ayúden-me —dijo el chico para caer al suelo. Por suerte pudo poner una mano para no partirse la nariz.

La chica salió corriendo para socorrer al muchacho, ahora inconsciente.

—¡Su majestad! ¡Puede ser peligroso que se acerque!

—¡Aquí lo único que corre peligro es su vida! ¡Traigan al médico de la familia! ¡Deprisa! —Recuesta la cabeza del chico en su falda.

—¡Sí, princesa! —Ambos guardias salen corriendo hacia dentro del castillo.

El gato que respiraba con dificultad consigue recuperar la consciencia.

—¡Joven! ¿Se encuentra bien?

—Aún veía borroso, pero pudo distinguir el rostro de la joven e intuir que descansaba sobre su regazo. Inmediatamente, se sintió abrumado por la situación—. Si-siento estar manchando su vestido princesa.

—No diga tonterías. El vestido es lo último que importa ahora. En breves vendrá el médico, aguante un poco más, por favor se lo pido.

—Un pinchazo le invade el pecho haciéndole encoger las piernas por el dolor. La chica se sobresalta por ello—. Me alegro de poder ver algo bello antes de abandonar este mundo.

Ella ni siquiera tuvo tiempo de sentirse halagada, puesto que llegaron los guardias con el tan ansiado médico.

—¿Qué ocurre princesa? —pregunta el doctor.

—Este joven se ha desmayado y se queja de dolor en el pecho. Es necesario que lo atienda de inmediato.

—A sus órdenes, su majestad. Caballeros, ayúdenme a levantarlo. —Con la ayuda de los guardias lo carga y lo llevan hacia adentro. La princesa camina tras ellos con suma atención.

 La princesa camina tras ellos con suma atención

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Prejuicios [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora