XXIX: La llegada de la reina

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Lunes 3 de octubre: hoy era el tan ansiado día para algunos y temido para otros. Incluso la población se preparaba para ello. Las calles eran limpiadas y decoradas para la ocasión.

La madre de Amy, entre muchas otras personas, había participado en la realización de un gran cuadro de tela. En él, el componente principal era la monarca.

Se respiraba el entusiasmo en las barriadas. Para muchos de ellos sería la primera vez que verían a la mujer. Se había extendido el rumor de que la carroza de esta pasaría por las plazas de todos los barrios, ¡incluso los más bajos! Eso era lo nunca visto, ya que la soberana jamás lo hizo.

La gente vestía con su ropa de los domingos. Los más atrevidos, incluso con trajes de gala y alguna que otra joya. Sería el evento memorable en años.

—Aún no me puedo creer que vayamos a conocer a la reina —expresa entusiasmada la madre de Amy.

—No es seguro, madre. De hecho, creo que ha sido una invención que se ha ido de las manos —dice Silver. Tanto su hermana como él conocerían todos los detalles si ese rumor fuese cierto. Es decir, sus amigos les habrían informado con pelos y señales de ello.

—¡No me quites la ilusión! —regaña la mayor—. Sé que ya fue una gran suerte poder conocer al príncipe y la princesa, más que comiesen en casa y elogiasen mis platos, ¡pero lo de la reina sería único!

Mientras Silver se dedicaba a aguantar el fanatismo de su madre, Amy se encontraba en el sofá leyendo un libro. Bueno, eso hacía ver. Realmente su cabeza estaba en un lugar parecido al de su progenitora. Se moría de ganas de saber cómo era la susodicha y conocerla. No entendía a su amigo, no tenía ni el más mínimo deseo en ello. Era cierto que había visto imágenes de ella y oído cosas acerca de su personalidad, tanto para bien como para mal. Aun así, eso no la echaba para atrás, al contrario, la alentaba.

—Quizás no es como te imaginas —insistía el albino.

—Al principio la imaginaba como alguien arrogante, pero viendo lo amables y educados que son sus hijos, seguro que ella es igual.

—O quizás es que han salido a su padre. —Piensa él.

—Ya basta Silv, déjala con sus ilusiones —interviene Amy antes de que sigan con la discusión.

—Gracias hija. Me alegra que apoyes a tu madre —habla orgullosa.

—Lo hago por él, para que no termine con dolor de cabeza.

—Rueda los ojos—. Vaya dos hijos me han tocado.

—Pero si somos un amor —molesta Silver.

—Sí, unos amorcitos. —Le despeina las púas.

—¡Mamá! —Se queja mientras vuelve a reordenárselas. La mayor ríe dulcemente. Estaba orgullosa de sus dos pequeños.

 Estaba orgullosa de sus dos pequeños

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Prejuicios [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora