XXX: Invitación a Hearst

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Se encontraba en un lugar inespecífico del reino. Cuanto menos se supiese de su ubicación mejor. 

Estaba leyendo aquel libro extraño por enésima vez. Desde que apareció en su vida se sentía más poderoso. Al parecer es de siglos atrás. Explicaba qué era la magia y los tipos que existían. Había tenido mucho tiempo para estudiarlo.

El capítulo más curioso era el de la magia negra. ¿Por qué? Cada vez que lo leía había escrito algo distinto. Parecía que el libro estuviese vivo.

Se podía decir que su calidad de vida aumentó considerablemente a pesar de haber sido siempre de la alta nobleza. Cada hechizo nuevo que aparecía en las páginas le beneficiaba un poco más.

Aunque lo que más había cambiado su vida era aquel extraño personaje: un erizo negro de vetas grises verdosas. Apareció al poco tiempo de encontrar el libro en aquella casa abandonada.

Era un chico peculiar. Tendría unos veinte años y vestía enteramente de negro, como si siempre estuviese de luto. No hablaba prácticamente de nada, a menos que fuese algo relacionado con el libro. Le parecía un ser vacío que constantemente se encontraba con la mirada perdida. Como si viese un evento ya acontecido.

Escucha el sonido de una puerta abriéndose, dejando ver al antes mencionado.

—Hola Mephiles. ¿Cómo va la vida allá afuera?

El erizo no dio respuesta y se dejó caer en el sofá. Apoyó sus brazos en las rodillas, con la mirada hacia el suelo. Su aspecto era atormentado.

—Tan hablador como siempre por lo que veo...  

Parecía que estaba ligado a él por obligación, pero por suerte ya había aprendido a captar su atención.

—Hoy hay una nueva página escrita. —El azabache levanta la mirada—. ¿Quieres que la lea? —Este asiente—. Está bien.
“Con cada día que pasa el mundo se pudre y más gente amenaza el bienestar de la magia negra al tratar de destruirla. Se debe dar un paso hacia adelante para detener estas acciones. 
Los herederos de las otras fuerzas todavía son demasiado inexpertos, incluso algunos desconocen su auténtico poder. Los enviados de la oscuridad deben localizarlos para impedir que la luz ciegue a todos los que conocen la verdad. De lo contrario, el caos se desatará, llevándose a todo aquel que se encuentre en su camino.
Por suerte las tinieblas están ganando experiencia. Es el momento para que vuelvan al campo de batalla”. —Una vez más el erizo volvió a fijar su mirada hacia la nada, tan apático como siempre—. Te daré el poder de posesión de nuevo. Debemos ganar la batalla.

—Estoy de acuerdo —articuló por fin. Su voz era profunda y ronca, como si se hubiese pasado la vida gritando, pero no era el caso.

Le había dado una casa y terrenos a Mephiles para que tuviese donde vivir, aunque parecía estar en ella solo cuando se encontraba él. Desde luego era alguien peculiar y tenebroso, pero él no le temería. Era mucho más poderoso que el erizo, o al menos eso creía. Por algo el libro solamente se escribía cuando lo tenía entre sus manos, ¿no?

Liberó sus pensamientos, no tendría por qué preocuparse. Fuese quien fuese ambos tienen el mismo objetivo, eso los convertía en aliados.

—Bueno, ya no tengo nada más nuevo que presentarte. ¿Se te ofrece algo? —El vetado se mantiene en silencio, su práctica habitual—. Me lo tomaré como un no, entonces. He de volver a casa, el palacete no se gestiona solo. —Coge el libro—. Hasta pronto Mephiles.

Llegó a casa, a su pequeño palacio

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Llegó a casa, a su pequeño palacio. Sus criadas lo recibieron tan educadamente como lo hacían siempre. Él se fue a sus aposentos sin dirigirles la palabra, también como era habitual.

Era un hombre reservado y arrogante, lo llevaba en los genes.

Abrió la puerta de su despacho, cerró de un leve portazo y se sentó a la mesa. Disfrutó brevemente del silencio que había antes de ponerse a escribir. Era costumbre hacerlo.

El libro se mantenía escrito por unas horas y luego borraba todo lo relacionado con la magia negra. Era como una especie de mecanismo de defensa. Lo encontraba curioso. Él, para que esa información no se perdiese permanentemente, la transcribía a su propio cuaderno. Le sería muy útil para un futuro próximo, pensaba.

Desde que sus padres le regalaron ese palacete se sentía más adinerado. Lástima que murieron cuando tenía quince años, le habría gustado que viesen lo poderoso que era ahora.

Sus riquezas habían aumentado al igual que su popularidad y lo harían mucho más una vez tuviese el reino bajo su control. El apellido Hearst será el más importante del mundo.

Sacudió la cabeza y dejó sus fantasías a un lado, no porque pensase que eran algo absurdo, sino porque de tantas distracciones todavía no había escrito nada en su libro. Tendría otros momentos para imaginar.

Cuando apenas llevaba unas palabras escritas picaron a la puerta. Tuvo que esconder el libro. Solo Mephiles y él sabían de su existencia.

Sin un adelante previo entró una muchacha del servicio.

—Os he dicho miles de veces que no me molestéis cuando estoy en el despacho. —Se levanta—. Y muchas más que no entréis sin mi permiso.

—Lo siento, señor Hearst, pero es que ha llegado una carta con el sello de la familia real. Pensé que le gustaría leerla lo antes posible.

—Dame. —Le quita la carta de entre las manos—. Ya puedes retirarte.

—Sí. —Abre la puerta.

—Y recuerda, —ella se gira— el único sitio donde puedes entrar sin llamar es mi habitación. —La chica sale del despacho sonrojada.

En efecto, era una carta de la familia real.

Estimado señor Hearst,

Desde la familia real nos complace invitarle al baile de máscaras que realizaremos, el próximo sábado 15 de octubre, con motivo de la celebración del decimoctavo cumpleaños del príncipe Sonic.

Sería todo un honor su presencia en este, ya que, además de la celebración, la princesa Blaze empezará su búsqueda matrimonial. Considero que usted, Infinite Hearst, es de los mejores candidatos para ella.

Espero su respuesta.

Atentamente:

Aleena De Mevius”.

Una sonrisa escapó de sus labios. Como creía fervientemente, el libro le estaba trayendo suerte. Luego de transcribir la ansiada página, contestaría a la reina, dando a entender que estaría encantado de asistir y de optar a la mano de su hija.

 Luego de transcribir la ansiada página, contestaría a la reina, dando a entender que estaría encantado de asistir y de optar a la mano de su hija

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Prejuicios [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora