LVI: Dylan y Silver

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Apenas recordaba el tiempo que había pasado con sus padres. Casi toda su vida se resumía en Selene y Amy. Era curioso, porque lo poco que recordaba de ellos parecía que estaba lleno de lagunas.

Su padre era un erizo blanco muy carismático y aventurero de ojos azules, mientras que su madre era una eriza plateada de orbes dorados, risueña y alegre. Siempre lo llevaban a explorar nuevos lugares los fines de semana. Recordaba que los días de cada día se dedicaban a trabajar y a la investigación, pero no sabía lo que investigaban. O quizás sí lo supo y era una de sus tantas lagunas. Le habría sorprendido conocer la historia de su padre.

Dylan, el mago azul que había heredado los poderes de su madre, era un erizo soñador. Pensaba que siempre podría haber un mundo mejor, por ello se dedicaba a ayudar a todo aquel que lo necesitase. El agua era su elemento y la manejaba a su antojo, ya estuviese en el suelo o en el aire. Creció con un gran espíritu altruista.

Conoció a una chica a la que ansiaba prestar su ayuda, pues tenían algo en común: un don. Su nombre era Selene, la maga blanca. Su madre le había explicado la importancia de esa magia, lo unida que podía llegar a estar con la negra y la necesidad de que estuviesen en armonía. La eriza repudiaba a su don y eso era horrible, no solo para los magos, sino para toda la humanidad. Durante años trató de convencerla de que debía aceptarlo mostrando lo maravilloso que puede ser ayudar a los demás, pero no hubo manera. Su corazón estaba acongojado. Ella le explicó lo que veía en sus sueños, que eran claramente pesadillas, y por un momento entendió su miedo. Incluso se lo transmitió un poco, sin embargo, no se dejaría intimidar.

Todas las generaciones en su familia le habían hablado de una lucha que habría que librar para mantener la paz, así que no podía tener miedo, no podían. El destino aparentaba ser duro e impredecible, por ello debían mantenerse fuertes frente a las adversidades. Con el tiempo se volvieron grandes amigos. Quizás no podría convencerla de que aceptase su don en tiempos de paz, pero sabía que ante el peligro lo ayudaría de cualquier manera.

Acabaron de crecer juntos y encontraron a las personas con quienes compartirían sus vidas. Ella era una eriza plateada, tan alegre y aventurera como él, quizás fue eso lo que le cautivó. No se echó para atrás al conocer su don; al contrario, parecía fascinarle y admirarlo. Compartieron cientos de aventuras en conjunto, un espíritu altruista y un objetivo común: detener al mal. A pesar de que era una chica común, no le asustaba lo desconocido, eso le encantaba.

Su amiga insistía en que debían dejarlo, por el bien del futuro hijo que esperaba la pareja, pero no hicieron caso. Por este niño precisamente tenían que trabajar más duramente, para que pudiese tener un destino lleno de paz y felicidad. El tiempo pasó y nació el tan esperado erizo al que nombraron Silver. Selene y Adam, sus padrinos, estaban muy felices con la llegada del pequeño, y parece que solo hizo falta que la mujer cargase al bebé para que se quedase embarazada de una niña. Los niños crecían juntos como mejores amigos, como hermanos.

Cuando Silver cumplió tres años, el panorama comenzó a ser escamoso. La gente dominada por la magia negra empezó a acecharles. Primeramente por la calle, luego por los alrededores de su casa y, por último, dentro de esta. La situación alcanzó el límite en el momento en que encontraron a un esbirro del mal junto a la cama de su niño, mirándolo fijamente con confusión. Los poseídos iban a por Dylan, pero el pequeño, al tener el mismo don sin apenas manifestarse, los confundía. El erizo hizo con él lo que hacía con todos: purificarlo. Era parte de su don, purificar a aquellos que estuvieran bajo la influencia del mal. Esto era un punto y aparte en su investigación. Primero debían proteger a su hijo y pasar desapercibidos; tendrían que desaparecer un tiempo.

La pareja se lo comentó a su matrimonio de amigos, los cuales estaban escandalizados ante la situación. Selene insistió e insistió en que era el momento de abandonar su pesquisa, antes de que sucediese lo peor. Pero sus intentos de convicción fueron en vano. Al igual que ella era testaruda en no aceptar su magia, ellos lo eran en no renunciar a su investigación. Adam les ofreció la oportunidad de refugiarse en la casa vacía de unos familiares. En medio de la montaña estarían mucho más protegidos que en el pueblo. Partirían al amanecer.

Prejuicios [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora