LI: Miles Prower

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Residía en ese orfanato desde antes de tener memoria.

Hasta los tres años se preguntaba cómo serían sus padres y si alguna vez volverían por él, pero con el transcurso de los meses comprendió a la fuerza que no sería así. Los demás niños eran muy crueles con él por ser, ¿genéticamente diferente? Bicho raro le llamaban.

—A ver si eres capaz de entenderlo de una vez bicho raro. Si estás en este lugar es porque nadie te quiere y no esperes tampoco ser adoptado, Tails —dijo en tono arrogante un niño unos seis años mayor que él.

Tails. Odiaba ese sobrenombre despectivo. Todos en el orfelinato se referían a él con ese apodo, quizás por el simple hecho de que no tenía un nombre propio.

El tiempo transcurría en aquella covacha a la que llamaba hogar. A pesar de su edad, destacaba por encima del resto en cuanto a inteligencia se refería. Aprendía rápidamente y le encantaban las manualidades. No era apreciado por sus compañeros por su "condición". Con los años empezó a dejar de darle importancia a ser aceptado.

Hacía poco que acababa de cumplir cinco años y eso solo significaba una cosa: jornada de puertas abiertas. Siempre se celebraban por la época de su cumpleaños.

Todos los niños se presentaban bien arreglados para conocer a quiénes podrían ser sus futuros padres. El chico había perdido la esperanza de ser adoptado, quizás por los comentarios que recibía de parte de sus compañeros de orfanato. No se molestaba ni siquiera en acercarse a los candidatos.

Tenía claro que permanecería en ese lugar hasta que su edad fuese la suficiente como para tener que echarlo. Veía como algunos infantes se iban para no volver y él, bueno, ahí seguía: haciendo animales y plantas de papel para decorar su habitación.

—Hola chico. Haces unas figuras muy bonitas. ¿Lo sabías?

—No pudo evitar asustarse y esconder sus colas. No había notado la presencia de aquel hombre, aun así agradeció su cumplido tímidamente—. G-gracias.

—¿Cómo es que no estás con los demás niños?

—No me siento bien con ellos, son crueles conmigo.

—Ya veo... —El señor procedió a alejarse del zorro.

Esto entristeció un poco al pequeño, pues había malgastado la que habría sido su única posibilidad de ser adoptado. Suspiró y continuó con sus manualidades, siempre sería la misma historia para él.

Pasados unos veinte minutos se le acercó una de las encargadas del orfanato.

—Tails, levántate y recoge tus cosas que marchas de aquí.

—No estoy haciendo nada malo.

—No me refiero a eso. Te han adoptado.

—Los ojos se iluminaron igual que dos zafiros relucientes—. ¿Quién?

—Aquel señor mayor que está en la puerta.

—Dirigió la mirada donde le había indicado, encontrándose con el sujeto con quien estuvo hablado anteriormente—. ¿De verdad?

—De verdad. Me alegro mucho por ti.

El niño recogió las manualidades que había hecho y fue corriendo a su habitación. Cogió una bolsa donde metió la poca ropa que tenía y sus figuras y salió nuevamente al recibidor. Allí lo estaba esperando el que sería su nuevo padre.

Algunos de sus compañeros lo miraron con una envidia amarga mientras le hacían gestos ofensivos. Él los ignoró porque, por primera vez verdaderamente, no le importaba lo que dijeran los demás. No lo tendría que soportar nunca más. Se despidieron de la mujer con la mano y salió con el hombre del sitio que lo había mantenido desde que nació.

Prejuicios [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora