XVIII: La carta de Shadow

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Eran las siete de la mañana, todavía era de noche. El ambiente era frío, pero soportable.

Se acercó y picó varias veces, esperando una respuesta que nunca llegó. Sabía que su madre no se encontraba en casa y que ambos se levantaban temprano. Al ver que nadie respondía, deslizó la carta que traía consigo por debajo de la puerta. Le costó un poco, ya que había varios papeles en el sobre. Tal y como vino se fue, en silencio. Caminando por las, aún, tranquilas calles de vuelta a su suburbio.

Al entrar a su hogar se encontró con la última cosa que cualquiera querría ver. Jamás se imaginó que tuviese un aspecto igual al suyo. Se le abalanzó y, a pesar de múltiples forcejeos, se apoderó de su cuerpo. Solo puede observar como las paredes de su casa van siendo escritas por un líquido negro mientras él, lentamente, siente que se ahoga. Sus pulmones y demás órganos se llenan de un aire extremadamente gélido, tanto que incluso quema.

La vida se escapa inevitablemente de su cuerpo, araña el suelo sintiendo como sus uñas se levantan. Ni siquiera un pequeño hilo de voz puede salir de su garganta helada. Y de repente nada, ya no siente nada. Está en todas partes y en ningún sitio. Su alma vaga perdida, queriendo buscar una salida de ese limbo, o de donde quiera que se encuentre.

 Su alma vaga perdida, queriendo buscar una salida de ese limbo, o de donde quiera que se encuentre

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—Hay novedades —pronuncia Silver.

—Amy se asoma por el pasillo. Hoy por alguna razón ambos se habían quedado dormidos, y más extraño todavía es que su madre no les había dicho nada—. ¿Qué es?

—Una carta. Es de Shadow. —La eriza se acerca y él se la entrega.

—La coge—. Vas avanzando en la lectura con Blaze.

—No es nada del otro mundo.

—Eso no lo habrías dicho hace dos meses. —Abre el sobre mientras Silver se acerca. Dentro de este había diversos papeles con apuntes caóticos, incluso algunos dibujos.

—Deberíamos enseñárselo a Sonic y Blaze —habla el erizo. Había pasado una semana desde la última vez que se vieron. Estaban ocupados preparando la tierra para el temporal frío. Ellos, mientras, se ocupaban de asuntos reales. Su madre les estaba presionando mediante cartas. No querían molestarlos.

—Sí, de paso podremos desayunar un poco.

Salieron de casa y ascendieron la montaña que conducía al castillo, tranquilos. A pesar de haber abierto el sobre, no habían leído nada concreto. Era mejor conocer la situación todos juntos.

Entraron al pasadizo. El olor a humedad que desprendían las paredes era un poco molesto. Salieron detrás de la torre izquierda, por suerte no había guardias y pudieron entrar por el patio de las flores. Recorrían los pasillos sigilosamente, ocultándose de vigilantes y mucamas.

—¿Dónde crees que puedan estar? —pregunta el plateado en susurro.

—Quizás estén en una reunión gestionando- —interrumpió su habla al ver que tenían una mucama delante. Era una pequeña coneja, ya la habían visto anteriormente.

Prejuicios [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora