LII: Vainilla y Cream

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Criar a un bebé jamás ha sido una tarea fácil para nadie, pero aún lo es menos cuando eres una mujer viuda y mucama del reino De Mevius.

Desde que Saúl murió, Aleena había cambiado radicalmente. Sabía que en el fondo seguía siendo una buena mujer, pero las palabras de su madre la cegaron corrompiendo sus pensamientos. Ahora en su corazón apenas se notaba amor. Por suerte tenía a sus hijos. Ellos hacían que todavía permaneciese una pizca de ese sentimiento en ella. Quizás por ese motivo le concedió unos meses de descanso para criar a su hija Cream.

La conejita pasó los primeros meses de su vida en el castillo, criándose alrededor de mucamas y, sobre todo, mucho amor. Agradecía el cariño de sus compañeros de trabajo, la verdad es que no se sentía todavía al cien por cien de sus ánimos. Aún no había superado la muerte de su marido. Sabía que luchar en el ejército conllevaba esa posibilidad, pero nunca quiso llegar a imaginarlo. Fue un mazazo muy fuerte para su corazón, estaba embarazada de ocho semanas.

Entre los que conocían sus poderes era llamada Cupido. La mujer que hacía realidad sus mayores sueños. Pero incluso la maga rosa caía ante los encantos de su elemento. Sabía que era parte del ciclo de los magos, debían encontrar a alguien con quien continuar su vida y tener descendencia. Sin embargo, probar el sabor del amor era una sensación extraña.

Había pasado su vida entera uniendo los corazones de las personas, viendo la felicidad de estas, llenándose el pecho de orgullo y alegría. Estaba segura de que no volvería a amar a alguien como lo hizo con él, pero se sentía feliz de haber experimentado ese sentimiento. Ahora debía sentir otro tipo de amor, el amor hacia un hijo: amor de madre.

Cream crecía favorablemente, siendo tan risueña y tierna como nadie. Solo viendo su rostro, sabía que sería una gran sucesora. Aunque esperaba con su alma que nunca tuviese que enfrentarse a la magia negra. Ella, gracias al cielo, no lo había hecho y tampoco sus generaciones anteriores. Con suerte, el equilibrio entre el bien y el mal permanecería cientos de años más.

Con el tiempo pudo volver a su trabajo, aunque su hija tenía que permanecer cerca de ella. Siempre estaba en buena compañía, el príncipe y la princesa la adoraban. A fin de cuentas, era como si fuese su prima, pese a que ellos lo desconociesen.

La niña crecía y crecía. Cuando cumplió los ocho años, quiso incorporarse al servicio a pesar del desacuerdo de su madre. La reina aceptó a la pequeña en su plantilla, regulando el trabajo que podía desempeñar. Vio cómo la trataba diferente al resto. Al parecer, no había olvidado el vínculo que las unía. Le habría gustado que Saúl conociese a su hija como ella conoció a los suyos.

Cream cumplió diez años y ya hacía el trabajo que haría cualquier mucama. Empezaba a sentir cómo sus dotes de sucesora de maga rosa se iban manifestando, pues aun sin tener los poderes correspondientes, parecía poder detectar los corazones de los enamorados. Estaba preparada.

Quizás algunos habrían pensado que era demasiado pronto para iniciar una transferencia de poderes, pero cada sucesor se sentía preparado a diferentes edades. Ahora bien, no le corría prisa, así que la haría a un ritmo lento.

La transferencia era un proceso laborioso y hasta cierto punto peligroso, pues un esbirro del mal puede detectar tanto al mago como al sucesor. Era un riesgo que todos los magos debían correr a lo largo de sus vidas.

El traspaso estaba siendo favorable, pasando desapercibido, o al menos así había sido. Todo cambió con la llegada de un zorro, Miles Prower, al servicio. Experimentó una sensación extraña cuando se conocieron. Al principio era de desconfianza, luego parecía como si ya se conocieran. Su hija tuvo la misma impresión que ella, aun con ello la pasó por alto, pues se hizo amiga del chico.

Prejuicios [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora