XIV: Agradecer

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Los cuatro ya estaban sentados en la mesa, degustando los deliciosos platos preparados por las mucamas.

Sonic y Blaze seguían sintiéndose culpables por la situación que tuvieron que vivir los hermanos a causa de un descuido suyo. Además, los guardias habían estropeado la vestimenta que tenían para ir a la iglesia. Los Rose, sin embargo, estaban complacidos, degustando las delicias de palacio.

—Una vez más lamentamos lo sucedido. —Inicia Sonic.

—No era nuestra intención provocar un altercado. —Continúa la hermana.

—No tiene importancia, de veras. No penséis más en ello —habla la eriza para dar un trago a su vaso de zumo. Silver le había explicado que era de una fruta extranjera llamada piña. Estaba exquisito.

—Por supuesto, olvidadlo. La comida con remordimientos es más difícil de digerir —dijo él de manera natural mientras seguía comiendo. Sonic y Blaze sonrieron por el comentario final. Silver era muy ocurrente.

Terminaron el desayuno, quedando satisfechos. Comer era un placer tan simple y a la vez gratificante.

Princesa y príncipe intercambiaron susurros. Tenían algo planeado para los hermanos.

—¿Nos haríais el favor de acompañarnos? Tenemos una sorpresa para vosotros —dice ella sonriente. Ambos erizos se miraron intrigados. ¿Qué podía ser mejor que invitarlos a desayunar?

Se levantaron de la mesa y comenzaron a caminar, dejando atrás la escena de las mucamas recogiendo los platos. Recorrieron largos pasillos y subieron hasta el segundo piso del castillo.

—¿Puedes venir conmigo Amy? —pregunta Blaze.

—Por supuesto. —La gata abre la puerta de una habitación.

—Tú sígueme Silver. Tu sorpresa está un poco más hacia adelante —habla Sonic. Los erizos se alejan dejando a las chicas delante de la habitación.

—Adelante, por favor —pide la morada adentrándose en la habitación. Amy camina tras ella y cierra la puerta. La estancia era una sala de proporciones inmensas, repleta de vestidos y zapatos. La chica sabía por qué estaba allí.

—Blaze, de verdad, no es necesario.

—Sí que lo es. No me sentiré bien si no aceptas.

—Está bien. —Estaba claro que no todos los rumores sobre la realeza eran falsos. Son personas muy testarudas y persistentes.

—Además, la mitad de vestidos que hay aquí no los he usado. Me harás un favor llevándote unas cuantas prendas —dice sonriente.

Ambas caminan hacia la extensa colección de atuendos. Tonos luminosos, ornamentos brillantes y telas suaves. Era todo lo que se observaba en aquella gran sala. A la eriza se le iban los ojos tras las prendas rojas. Para ella era el máximo reclamo de la riqueza, simbolizando el lujo y poder. Además de uno de sus colores favoritos. Blaze, atenta a todas las señales de asombro de su compañera, cogía los vestidos que más le llamaban la atención.

Ya tenía lo que se iba a llevar: un vestido color rosa claro con enaguas blancas, otro de terciopelo rojo vino y un último blanco. Este decorado con perlas y cristales en la falda. Amy sonríe como una niña pequeña. Hacía mucho tiempo que no usaba ropa nueva. La gata, sin embargo, miró las prendas un tanto desilusionada. ¿Solo se llevaría tres vestidos?

—¿De verdad no quieres ninguno más? Puedes llevarte cuantos desees —insiste la felina convencida de que su elección era fruto de la timidez.

—Ella niega con la cabeza—. Estos son los que me han robado el corazón. Además, por más que elija no podré llevar ninguno por el pueblo. Vestidos así solamente se utilizan en grandes fiestas. Tampoco es que a gente de nuestra clase la suelan invitar a estas. —La gata la mira con lástima—. Muchas gracias por el detalle Blaze. —Sonríe agradecida. La princesa ahora sí se sentía desilusionada de verdad. Quería que la eriza los luciese contenta y radiante allá por donde fuese.

—Bueno, si no puedes lucir estos vestidos, entonces te compraré unos nuevos. Vayamos al pueblo para que puedas elegir —habla la chica animada. De entre el cúmulo de prendas, esta saca el vestido gris y la capucha que Amy le había regalado. Ella iba a emitir queja, pero la gata la chistó dejándola con las ganas.

Blaze se cambió y metió los vestidos en la bolsa que la eriza le había prestado la tarde anterior. Por suerte era grande para guardarlos, ocupaban un gran espacio. Sin aviso ninguno, abandonaron el castillo dirección a casa de los Rose.

Una escena similar ocurría en una habitación cercana. Silver se había encontrado con lo mismo que su hermana: un cuarto repleto de prendas ordenadas.

—Si es por lo de la camisa, de verdad, una lavada en el río y quedará como nueva. No tienes por qué preocuparte.

—Igualmente, insisto en que te lleves algo. Siempre venís con la ropa de las ocasiones especiales, no me gustaría que la dañaseis de tanto usarla.

—Justo he estado hablando de ese tema con Amy por la mañana.

—Elige todos los trajes que quieras. A Blaze le gusta la gente bien vestida. —Lo codea haciendo que el albino se sonroje. Estaba claro que había malinterpretado la escena de la librería.

—Si es por lo sucedido en la biblioteca yo...

—Era broma. Solo quería ver tu reacción. —Ríe haciendo que Silver se destense—. Igualmente, me gustaría que mi hermana encontrase a alguien como tú cuando tenga que casarse. Es decir, que sea una buena persona.

—Gracias. —Sonrió un tanto avergonzado. Escuchar palabras de amabilidad era muy reconfortante, pero no estaba acostumbrado a ello. Más viniendo de alguien como lo es Sonic.

—No es nada. —Le sonríe de vuelta—. Escoge todo lo que quieras.

Silver miró la ropa detenidamente. Al igual que su hermana, tuvo el mismo pensar: eran prendas demasiado selectas para lo que solían vestir. Aun así, consiguió escoger dos trajes completos: frac, chaleco, camisa, pantalones, corbata, guantes, medias y zapatos. Además, eligió un pantalón azul claro para tener un repuesto de los suyos.

El primer traje era uno completamente blanco, exceptuando la pajarita y los zapatos negros. Este color que simbolizaba la pureza y la estabilidad. Lo último siempre lo había ansiado. El segundo era un poco más variado en cuanto a colores se refiere. Tanto el frac como el chaleco eran azul marino, la camisa y el pantalón blancos, la corbata celeste y el calzado negro. Los pantalones le llegaban a la altura de la rodilla y los acompañaban unas medias del mismo tono para terminar de cubrir las piernas.

—Tienes muy buen gusto —halaga Sonic.

—Gracias.

—¿Estás seguro de que no quieres elegir ningún traje más? Puedes llevarte tantos como plazcas.

—No, con esto es suficiente. No me imagino mi armario con tanta ropa. —Ríe y el príncipe acompaña su risa.

—Al igual que hizo la gata, metió las prendas en la bolsa prestada—. Vayamos a ver si Blaze ha conseguido que tu hermana se lleve alguna prenda.

—Si es así, le habrá costado Chaos y ayuda. —Salieron de la habitación dirigiéndose a la sala donde habían dejado a las chicas, encontrándose con la sorpresa de que estaba vacía.

—Quizás hayan decidido dar un paseo. ¿Qué hacemos nosotros? —pregunta Sonic.

—Hagamos lo mismo. Bajaremos al pueblo y seguiré enseñándote lugares nuevos.

—Estupendo. Dame un momento para que pueda cambiarme e irnos.

Prejuicios [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora