IV: La carta

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Pasaron unos días desde el incidente con el príncipe y la princesa. Los hermanos Rose prácticamente habían olvidado lo ocurrido. Seguían con su vida habitual: ayudando a su madre y acumulando avistamientos de gente poseída. Así decidieron llamarlos por el momento.

Por otro lado, en palacio, los otros hermanos no dejaban de darle vueltas a lo ocurrido aquel día.

Desgraciadamente, se declaró muerto a James, ya que ningún guardia fue capaz de encontrarlo.

Ambos escribieron una carta para invitar a sus héroes a pasar un día en palacio. Les costó ocho intentos realizar dicho escrito. Querían que fuese perfecto. Al acabarla y firmarla con el sello real, la entregaron a un mensajero de confianza para que lo hiciese llegar personalmente. Estaban muy nerviosos y emocionados, aunque también cansados. Eran las siete de la mañana y no acostumbraban a despertarse tan temprano, pero la ocasión lo merecía.

El mensajero cabalgó en su caballo a la dirección que sus majestades le habían indicado. A pesar de la velocidad de este, tardó media hora en llegar. Amarró su corcel a un árbol. Sabía que era una zona peligrosa y que podían robárselo. Con mil ojos puestos a sus espaldas picó a la puerta de la casa de los hermanos.

Esperó un poco. No tenía idea del motivo por el cual sus altezas se habían interesado en dos pueblerinos de los barrios bajos. Silver le abrió la puerta con algo de desconfianza, como lo hacía siempre con los desconocidos.

—Muy buenos días, señor, supongo que es usted Silver Rose. —El chico asiente—. Soy el mensajero real, sus altezas les envían una carta para vos y Amy Rose —dice mientras extiende su mano entregando el correo.

—Oh. —Su semblante cambia a uno más relajado—. Muchas gracias. —La coge.

—A usted. Ahora, si me disculpa, tengo que volver a palacio lo antes posible.

—Por supuesto. Que tenga un buen día. —Se despide y cierra la puerta.

—El mensajero vuelve caminando con rapidez hacia su caballo hasta subirse en él—. ¿Ya sabrán leerla? —Deja escapar su pensamiento en voz alta. Ordena a su corcel que se ponga en marcha rumbo al lugar de procedencia de la carta.

En la casa de los erizos, Silver entraba a la sala con la carta en las manos.

—¿Y eso? —pregunta Amy extrañada. No era común que recibiesen cartas, de hecho, solo había pasado una vez.

—Según el mensajero que la trajo es de sus majestades.

—Oh, vaya, parece ser que se acuerdan de nosotros. Qué sorpresa.

—Toma. —Le extiende la carta—. Léela en voz alta, por favor.

—Si me dejases enseñarte, también sabrías leer. —La coge.

—Me cuesta mucho aprender. Prefiero no hacerte perder el tiempo.

—Eres un llorón. —Abre el sobre y saca un papel. Se veía de calidad.

“Estimados Silver y Amy Rose,

Les estamos eternamente agradecidos por salvarnos de aquel horrible incidente y por su generosa hospitalidad al acogernos en su hogar desinteresadamente.

Como muestra de nuestro agradecimiento, les invitamos a pasar el día de hoy en palacio, si gustan, por supuesto.

Esperamos verlos pronto.

Cordialmente,

El príncipe Sonic y la princesa Blaze”.

—Deberíamos aceptar la invitación —dice Silver.

Prejuicios [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora