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-No quiero que Minah lo sepa.

Wonho fumaba un Marlboro. Hace mucho tiempo que no descargaba su frustración en un cigarrillo. Con Minah en su vida no podía darse esos gustos, y es que con ella no se sentía en la necesidad de desahogarse de esa forma. Pero ahora mismo, con lo que acababa de enterarse, sentía que tal vez nadie podría hacerlo sentir más aliviado que el jodido cigarro.

Soltó humo. Una y otra vez. Y encendió otro y otro.

-Ella va a enterarse de todas formas.

A su lado, Jooheon miraba por el parabrisas. Su mirada estaba fija, con muchos pensamientos en la cabeza que necesitaba aclarar. Todavía no tenía mucho conocimiento sobre lo que había pasado la última noche en la que Wonho se había encargado de desaparecer Tentation. Si lo había hecho... ¿Qué había salido mal? Wonho se había encargado incluso de terminar con la vida de ese hombre que insinuaba ser su padre, solo para proteger a Minah y a Eunbi. Y su padre siempre había sido el jefe de todo ese gremio. Y no estaba más, entonces... ¿Quién podría estar detrás de todo esto?

- No la conoces. – Wonho negó con la cabeza. El humo le envolvió el rostro.

- ¿De qué tienes miedo? Ha estado contigo tanto tiempo, aún sabiendo todo tu pasado. Esto no es culpa tuya.

- Las cosas están muy bien como para arruinarlas de esa forma.

Jooheon se atrevió a negar con la cabeza, soltando aire en expresión irritada.

- ¿Crees que no va a llegar a enterarse? La noticia de la muerte de su madre está en las noticias y seguramente lo estará por un tiempo más.

Wonho guardó silencio. Su mirada estaba clavada en el humo saliendo del cigarrillo, le llenaba de paz y nunca comprendería por qué. En su cabeza solo empezaban a aparecer imágenes de la última noche en el edifico Tentation, y su piel se erizó ante el primer contacto con el primer recuerdo. Jamás lo olvidaría.

- De eso ya me he encargado.

Estaba dispuesto a impedir que Minah supiera sobre Tentation una vez más. Esa mafia había terminado para ella el mismo día en el que recuperó a Eunbi y no volvería a revivirla, porque sabía que las cosas se pondrían de cabeza una vez más. Y porque sabía todo el mal que le hacía a Minah el solo hecho de mencionársela. Tenía todavía ciertos traumas que llevaría consigo toda su vida; como las pesadillas en medio de la madrugada.

El último cigarrillo había sido consumido, ahora solo podía fijarse en el letrero que estaba frente a sus ojos. Wonho tragó saliva, no sabía con exactitud el sentimiento que estaba aflorando en él, y quizá jamás terminaría de comprenderlo.

- Ya vuelvo. – le dijo a Jooheon, que solo asintió ante sus palabras, igual de tenso que Wonho. Este abrió las puertas de su Mustang y bajó del auto, desapareciendo minutos después.

La cárcel de New York estaba aislada de la ciudad, por lo que Wonho y Jooheon habían tenido que hacer un viaje de una hora y media. El lugar era tranquilo, parecía más bien un pequeño pueblo con una prisión gigantesca que la adornaba.

Las puertas le fueron abiertas y él entró, sin ningún remordimiento. Sentía la mirada de todas las reclusas sobre él, murmullando cosas que no podía llegar a escuchar. Pudo cruzar miradas con un par de mujeres ahí adentro, que no les causaba para nada repulsión. Si no más bien todo lo contrario. Era un hombre guapo, que con los años había aumentado todavía más aquel adjetivo, y podía notar que tenía el mismo efecto con las mujeres que le miraban en ese momento. Todas llenas de tatuajes, droga en los bolsillos y criminales como él. Al terminar el pasillo estrecho entre una celda y otra, el oficial que le había ayudado a entrar se detuvo.

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