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  1 día después.

Busqué las llaves del departamento con desesperación. Mi mente no dejaba de producir ideas sin fundación, sin hechos, solo imaginaba más y más, mientras mi propia imaginación se hacía cargo de hacerme pedazos.

¿Dónde estás Minah? ¿Por qué no me has contestado las últimas llamadas que te he hecho? Mis dedos se enredan entre las llaves, haciéndolas caer al suelo.

- Mierda. – reniego en voz alta. Me agacho y las recojo con habilidad, buscando con la mirada la llave que pertenece a la puerta principal del departamento. La encuentro y la introduzco en la cerradura.
Tienes que estar bien. Tienes que estarlo. ¿Por qué me haces estas cosas? Estos tres días en New York han sido una maldita tortura sin ti. Sin saber qué te pasaba, donde estabas, porqué demonios no me contestabas. Sin saber si estabas bien. Si por alguna razón... tal vez alguien te había hecho daño.
El pensamiento recorre mi cabeza, asustando mis pensamientos una vez más. Aprieto el puño libre al escuchar mis propias voces interiores. "Le ha pasado algo" "La han secuestrado de nuevo" "Se van a separar una vez más"... cierro los ojos con fuerza al recordar los días agobiantes que pasé sin ella hace ya varios meses atrás. El recuerdo me persigue y golpea fuerte contra mí. Mi miedo más grande. Perderte. Perderte para siempre.

Trago saliva y abro la puerta del departamento. Las luces están encendidas. Mis ojos se pierden entre la soledad de las habitaciones. La cocina y la sala completamente deshabitadas. ¿Dónde estás? Trato de buscarla con la mirada, pero no está ahí. En cambio, puedo percibir sonido desde nuestra habitación. Cargo mis maletas, dejadas en el vestíbulo, y las elevo para dejarlas ahora dentro del departamento.
Al cerrar la puerta, un silencio abunda mi mente y mi corazón, ayudándome de alguna manera a entenderlo todo. Pero no logro descifrar lo que está pasando. Sé que algo no anda bien, puedo percibirlo tanto como puedo saberlo. Frunzo el ceño y dejo las llaves sobre el diván y cuando estoy a punto de caminar a la habitación, ella me sorprende saliendo de ella.

Está pálida, tiene los ojos hinchados y cuando me mira traga saliva para apagar su dolor. No puede mirarme, está avergonzada, y puedo leerlo perfectamente bien en la luz apagada de su mirada. Abro más los ojos. Trae su chaqueta negra de cuero y unos jeans pegados al cuerpo. Mi corazón se estruja. Todos mis sentidos se ponen alerta y la furia acumulada, por no saber de ella en estos días, se me pasa. Ya no estoy cabreado. Ni dudoso. Mi corazón se ha aliviado. Ella está bien. Puedo comprobarlo, pero hay algo que no me ha dicho y puedo notarlo perfectamente bien.

- ¿Qué te pasa nena? – le pregunto en susurros y muy desesperado al verla tan decaída. Mis pies empiezan a correr y de un momento a otro me encuentro frente a ella. Viéndola de cerca. Y siento una enorme necesidad en todo el cuerpo por besarla. Por demostrarle mi jodida preocupación a base de besos.

Pero mi corazón vuelve a su lugar cuando logro divisar a I.M tras ella, saliendo de nuestra habitación.
Mis ojos se abren, alertas y trato de entender de alguna manera lo que está pasando.

Minah empieza a llorar, se tapa los ojos con las manos y yo retrocedo. Paso por paso, y empiezo a entender el porqué de su llanto. El porqué de su vergüenza ante mí. Por qué no me ha contestado las llamadas. Y todo queda muy claro.

Exacto y preciso. Concuerda y cabe en el rompecabezas. La pieza está ahí. Pero yo no quiero aceptar que lo está.

La desesperación se apodera de mí.

Esto no puede ser cierto...

- ¿Por qué no has contestado mis llamadas? – le pregunto a ella. Minah llora descontrolada mientras cubre sus ojos. No sabe que decirme y puedo escuchar sus sollozos, pero hay algo que me niega a ir por ella. Es la maldita ira que tengo acumulada. – contéstame. – digo fuertemente. Ignorando la presencia de I.M, que me mira con expresión dura.

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