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Según la secretaria personal de Daniel, éste todavía no aparecía en la oficina. Lo cual a Minah se le hacía extraño, pues él mismo había quedado con ella en una hora determinada.

Estaba entusiasmada, la llamada de Daniel de hace unas horas, se había basado en comentarle sobre una nueva oferta de trabajo que él amablemente había conseguido para ella. De verdad había cambiado su actitud, y empezaba a parecerse a aquel Daniel que Minah conocía, antes de ser novia de Wonho. Cruzó las piernas, sentada sobre la butaca de su escritorio. Aprovechó para sacar el móvil y marcar el número de su mejor amiga.

Hyeri contestó la llamada.

- Hola nena. – le saludó ella, con la voz debilitada y casi en susurros.

- ¿Qué sucede contigo?

- Estoy enferma. – mintió Hyeri en la otra línea. Estaba acostada sobre su cama desde la última vez que había visto a I.M. Y no pretendía cambiar su estado de ánimo, no había nada que la motivara.

- Oh... ¿desde cuándo?

- Ayer, eso creo.

- Te visitaré, eso te animará. – se burló Minah.

- No, joder, no lo hagas, parezco un maldito zombie.

- ¿Tan mal estás?

- Sí... pero no hablemos de eso, ¿Cómo estás tú? ¿Eunbi? ¿Wonho?

- Bien... Eun está bien. - Minah guardó silencio por unos segundos.

- ¿Y Wonho?

- También. Pero... Hyeri, tengo tanto que contarte.

- ¿Qué ha pasado con él?

- Con él nada, pero hay una mujer... es que... no lo sé, las cosas entre nosotros se han complicado mucho últimamente.

- ¿Una mujer? ¿Es la misma zorra con la que Wonho estuvo hace un tiempo...

En ese momento, la puerta de la oficina de Minah se abrió de improvisto. Ella dio un salto en sitio.

- Tengo que colgarte, hablamos después – se disculpó Minah contra el teléfono, mientras se acomodaba en la butaca. Puso el móvil sobre su escritorio y subió la mirada, con una sonrisa a medias, que iba dedicada a Daniel.

- Hola. – saludó él amablemente. Se acercó a Minah y le besó la mejilla derecha. Un olor denso y cautivador se desprendió de él. – Gracias por venir, esto es importante.

- No te preocupes. - Minah levantó los hombros despacio.

Daniel asintió, tomando asiento en una de las butacas que se encontraban frente al escritorio de Minah. Él se acomodó, con los ojos clavados en el suelo y con una mirada bastante incómoda. ¿En qué estaba pensando? De pronto subió la mirada hacia ella, que esperaba con atención lo que él estaba a punto de decirle.

- Sé que debes estar pasando por un momento muy duro...

- ¿Qué? - Minah hundió el rostro. Con el ceño fruncido, trató de entender a lo que él se refería.
- Me he enterado lo que ha pasado con tu madre.

Los ojos de Minah se abrieron todavía más, su piel terminó de helarse y no supo a qué punto mirar para no sentirse obstaculizada por la nostalgia. De pronto tenía un nudo grueso en la garganta que no le permitía seguir hablando.

- ¿Cómo te has enterado? – susurró ella, ahora con los ojos envueltos en lágrimas.

- Lo siento mucho... por Dios, no quería que lloraras.

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