ΦIVΦ

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Entrar se le había hecho relativamente fácil, pues conocía un acceso que solo él, Shownu, Jooheon y I.M, utilizaban cuando rozaban los catorce. Una puerta secreta, que permanecía a pesar de los años. Y dentro, todo parecía sacado de una película de acción. Tal y como él estaba acostumbrado. Dentro, todo era viejo, lúgubre, lleno de armas y un poco de todo. Lleno de cosas sin valor, y muchos planos alrededor de las paredes. Y varias lámparas que alumbraban, a punto de apagarse. Un lugar húmedo. Un lugar espeluznante, que él conocía muy bien.

El camino le llevó a una habitación vacía, y le hizo perder el sentido de la ubicación al encontrarla totalmente oscura. Estiró los brazos, para así poder tocar las paredes con los dedos. Al hacerlo, siguió hasta poder tocar la madera maciza de la puerta. Buscó la cerradura y se detuvo. Cerró los ojos al saber que detrás de esa puerta es donde todo empezaría y acabaría a la misma vez. Se tensó también, al saber que su hija podría estar en cualquiera de esas habitaciones con alguno de esos hijos de puta. Y tendría que tener cuidado. Y rogaba en su interior, para que Minah no estuviera ahí. Al menos no todavía. Sus dedos abrieron la cerradura con firmeza y varias voces se escucharon detrás de la puerta. Murmullos y un par de disparos. Wonho cerró la puerta de inmediato. No podía ponerse nervioso justo ahora cuando estaba en la boca del problema.

- Joder... - se quejó en murmullos al sentir su corazón palpitar. Cada disparo que había escuchado, le había hecho rogar interiormente porque Eunbi estuviera bien. Porque Minah estuviera bien.
"Tienes que hacer esto"... se dijo a sí mismo. Sabiendo que él era el único que podría arreglar esto. Porque él mismo hace tres años, había iniciado todo esto, y él mismo, hoy, y en este momento, iba a acabar con todo. Abrió la puerta, saliendo de la habitación, con aire duro y auto-suficiente. El pasillo estaba solo. Miró a ambos lados y volvió a escuchar disparos en la siguiente habitación. La voz de dos hombres se escuchó, entonces supo que solo se trataba de entrenamiento. Así que siguió. Caminó a pasos lentos, analizando el lugar, hasta llegar al final del pasillo y encontrarse con un enorme salón repleto de armas, droga por los suelos, fotografías de bancos y municiones por doquier. Contándolos rápidamente, podía saber que se trataba de diez hombres fumando sobre una mesa. Los diez voltearon a mirar cuando Wonho apareció. Los diez vestidos de negro, con hierba en la boca.

- ¡Oh mierda! – gritó uno, haciendo una mueca con la boca. Se puso de pie de inmediato y fue en busca de Wonho. - ¿Qué coño haces tú aquí? – preguntó entusiasmado. Cogió la mano de Wonho, practicando algún saludo antiguo. Y Wonho le siguió el juego, sonriendo a medias. Al mismo tiempo, los demás hombres, llenos de tatuajes y músculos en todo el cuerpo, parecieron reconocerlo.

- ¿Hoseok? ¿Lee Hoseok? – preguntó uno de ellos, enarcando la ceja. – pero tú no...

- ¿Es acaso no podía volver? – Wonho caminó directo a la mesa. Cogió una botella de cerveza abierta y se la metió a la boca, tomando de un sorbo.

- Así que has vuelto. – habló otro. Este tenía el pelo negro, a diferencia de los demás. Y solo un tatuaje grande adornaba su brazo derecho.

- Me he aburrido de la vida ahí afuera, es todo.

- O la zorra con la que estuviste se acostó con otro. – se burló uno de ellos. Y todos rieron. Todos menos el tío de pelo negro y Wonho. Pero este pareció relajado ante el comentario. Bebió de la cerveza una vez más y se relamió los labios al terminar, riéndose para sí solo.

- Tal vez. – dijo levantando los hombros. Y todos rieron por lo bajo una vez más. - ¿y a quién coño le importa? He venido aquí por un poco de mierda. Quiero divertirme.

- Has llegado en un buen momento. – comentó el más viejo de todos. Fumaba un puro y era completamente calvo. – mañana robaremos por aquí, y las cosas se van a poner interesantes.

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