Capitulo 3.10

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"Papá"

__________ Byers.

Dicen que despues de la tormenta llega la calma, pero nunca nadie me dijo cuanto se iba a demorar en llegar.

Incluso antes de abrir los ojos supe que estaba en peligro.
En mi oídos inundaba ese pillido que normalmente siempre se escuchaba en los hospitales.
Aún estaba medio dormida y me sentía desorientada.

"Tenemos a los sujetos de prueba, repito, tenemos a las niñas"

Tenía el cuello dolorosamente torcido, y mis párpados se sentían bastante pesados como para abrirlos, sin embargo, a regañadientes lo hice.
Mi vista era borrosa, y las luces bastante intensas.
Cuando mi visión logro aclararse, lo primero que ví fue una cámara en la esquina de una pared, está apuntaba precisamente a mi con una pequeña lucesita roja que encendía y apagaba.
La habitación estaba cerrada por completo y la única ventana que había estaba en la puerta de metal que se mantenía cerrada.

Estaba tendida sobre una cama, mi ropa había sido reemplazada por una bata blanca con pequeños puntitos de colores.
Tenía unos cables en la cabeza y un líquido azul claro viajaba a mis venas.

Comprendí que estaba de vuelta en el laboratorio, en el lugar que pertenezco.

Lo último que recordaba era a ver visto a Emma, mientras papá me llevaba con él.

Papá.

Mis sentidos finalmente se encendieron, lo que hizo que me incorporara alerta en la cama. «Once»

Me arranque del cuerpo todo aquello que estaba conectado a el, provocando que una especie de alarma se encendiera.
Corrí hasta la puerta e intenté abrirla, pero está estaba cerrada.

– ¡Once! ¡Once! – grite a todo pulmón mientras golpeaba y pataleaba la puerta con fuerza – ¡Ce! ¿¡dónde estás!?

Mire a través de la ventana donde lo único que se miraba era el pasillo completamente vacío.

– ¡Once! – volví a gritar sintiendo mi garganta desgarrarse.

Tenía que actuar rápido antes de que alguien entrara.

Con desespero tome el tripie del suero, y sin pensarlo dos veces rompí el cristal de la ventana, donde una ráfaga de frío me erizo la piel.

Pero entendí que era demasiado tarde cuando dos hombres, uno moreno y otro un tanto robusto entraron a la habitación.
Un recuerdo llegó a mi cabeza; donde otros hombres me arrastraban a una habitación más pequeña, pero cuando intentaron cerrar la puerta, les rompí el cuello.

En este caso, sujete de nuevo el tripie temerosa, y lo usé como defensa intentando evitar que se me acercarán.

– ¡A-atras! – exclame retrocediendo.

Los hombres intercambiaron miradas y se sonrieron cómplices.

– ¿E-en dónde está mi hermana? – pregunte asustada.

– Te harás daño – menciono el de tez morena – dame éso.

Intento quitarme el tripié de las manos pero solo provoco que le diera un golpe en el brazo. No iba a dejar que me tocaran.

– Maldita mocosa – escupio adolorido, mientras se sobaba la parte lastimada.

– ¿Cómo es posible que unos niños de catorce años den tantos problemas?

¿Niños? ¿eso quería decir que había más como yo? Demonios... Dylan.

Cuando menos me lo creo, el hombre robusto me tomo desprevenida y me arrebata el intento fallido de arma, mientras el otro me dio una patada en el vientre, lo que me hizo caer de rodillas en el suelo sin aire. De acuerdo, eso dolio.
Un gemido de dolor escapa de mi boca y unas pequeñas lágrimas salen de mis ojos.

Starry Eyes (Richie Tozier) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora