28

646 79 10
                                    

Cuando el omega abrió los ojos seguía en su habitación.

Busco a su alfa por toda esta solo moviendo sus ojos ya que seguía medio dormido y no escuchaba casi nada.
Lo que encontró no le gustó absolutamente nada.

El quería encontrarse a Louis leyendo algun contrato o jugando con Atenea y Apolo. Cualquier cosa menos encontrarlo coqueteando con Almendra tan descaradamente. El sabía que el día de que ese perfecto alfa ya no lo quisiera más. Todo parecía ser muy perfecto como para durar toda la vida. Solo lo quería para reproducirse y nada más.

Estaban en la entrada de la habitación con la puerta abierta y la mucama del lado de afuera, con Almendra demasiado cerca de su alfa tocándole el antebrazo mientras reía. Sus ojos se hicieron agua y comenzó a llorar mientras sus oídos volvían a afiliarse para escuchar de que estaban hablando.

— No, tienes quitarle las pasas porque a apolo no le gustan y Harry es alérgico.— Ni siquiera sabía por qué almendra se reía. Pero le fastidiaba.

— Hago lo que puedo, pero sin dudas no soy buena cocinando. — dice Almendra soltando un suspiro.

— Debés ayudar a Harry. No puede hacer todo solo.

En ese momento Harry se levantó y la cama hizo un pequeño ruido que hizo que los dos se den vuelta violentamente.

Pero Harry miraba a Almendra con una cara de odio que hizo confundir a la omega.

— Fuera de mi habitación.

— Harry...

— Fuera dije.

Almendra ni siquiera miro a Louis antes de irse rápidamente por la puerta. Luego la mirada fue a su alfa.

— ¿Como estas, mi amor?

Harry rodó los ojos y se levantó de la cama ocultando el dolor en su parte de abajo.

— Omega, siéntate. Ayer...

— Cierra la boca.

Se había despertado particularmente enojado y triste hoy.

Y así fue como su alfa se confundió por completo. Harry salió de la habitación en un vestido suelto hasta los tobillos sin decir nada más ni mirar a nadie de la casa.

Iba a ver a sus hijos.

Cruzó los largos pasillos y habitaciones lujosas para salir por la puerta trasera.

Camino tratando de no doblarse de rodillas por el dolor que tenía en el trasero, solo quería ver a sus bebés.
Cuando llegó a la casa pequeña en medio del patio se arrodilló y tocó la puerta despacito. Unas risitas se escucharon desde adentro.

— Dime el código secreto.

Harry quiso llorar.

— Soy mamá, amor.

La casa se quedo en silencio antes de que Apolo abra la puerta con una sonrisita tímida. Camino a Harry y le dio un abrazo suavecito. El omega cerró los ojos porque era todo lo que necesitaba en la vida, un abrazo tan lindo y puro de los brazos de su hijito.

— Te extrañé. Papá no quería que entremos a la habitación porque podíamos hacer ruido.

Harry rodó los ojos antes de darle un beso en la frente a Atenea que estaba parada a un lado de Apolo mirando expectante a Harry. Como si quisiera ver más haya de sus ojos, tal y como su padre. Se le escapó una lágrima, Atenea la sacó con su pequeño dedo y entre cerro los ojitos.

—¿Que pasa?

— Nada, amor.

Su naricita se arrugó oliendo lo más posible del olor de Harry. Rogaba que su olfato no fuera tan bueno como el de Louis porque si no, ya había adivinado lo que le pasaba. No juzgaba la inteligencia de sus hijos, el hablaba fluida y perfectamente a los dos años de edad.

360°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora