31 final.

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8 años después...

APOLO.

las acuarelas marchaban las puntas de mis dedos, mis dedos iban a mi cabello pintando este de muchos colores. Luego pasaban por mi ropa y seleccionaba otro color para volver a pintar sobre la tela.

Mientras pintaba el mundo exterior desaparecía por completo. Su cabeza no pensaba antes de presionar la punta de sus dedos sobre la tela. Le gustaban las diferentes tonalidades de colores que se podían formar si sabes mezclarlos bien.

En especial le gustaba el rojo.

El rojo amaba misterio, sensualidad, rudeza. Un color dominante sin lugar a duda.

No podía ser creado mezclando los colores. Pero si podía encontrar los mil tipos de rojo si se dejaba llevar un poco.

A su padre no le gustaba que se ensuciara la piel y el cabello. Ya que la pintura era difícil de limpiar luego, pero no lo hacía intencionalmente.

—¿Quieres té, mi precioso omega?

La profunda voz de su alfa la sacó de su burbuja volviendo al mundo real. Se dio media vuelta y se encontró con una cálida sonrisa y unos ojos obscuros más lindos que había visto nunca. Ese largo cabello en el que le gustaba enredar sus  dedos cada que tenia oportunidad.

Sarah era cálida, dominante, sensual y misteriosa.

Sarah era su rojo.

—Quiero un beso.

—¿Uno solo?— pregunto divertida mientras se acercaba a Apolo lentamente.

—Los quiero todos.

—Son tuyos...siempre lo fueron.

Picoteo sus labios dulcemente.

A sus dieciséis Sarah lo había marcado durante un celo compartido. Sin previo aviso y Niall se había puesto a llorar sin  parar. Obviamente Harry no se quedo atrás y papá Louis lo consoló.

A los dieciocho habían decidido mudarse a un lugar solo para ellos dos y las reacciones fueron el doble de escandalosas con muchas lágrimas de por medio.

Hace ya siete meses vivían en esa casa, y hace seis había descubierto su amor por la pintura.

No podría sentirse más feliz.

ATENEA.

Un golpe tras otro.

El feroz sonido de sus puños contra el cuero resonaba por toda la casa.

El sudor se deslizaba por su piel dejando con el un brillo atractivo a su piel. Su cabello color chocolate atado en una coleta alta y su remera sin mangas dejando ver sus marcados músculos.

Con una última patada tiro al suelo la bolsa de boxeo y gruñó en molestia. Su omega se enfadaría por la arena en el suelo.

Tomo la botella de agua que estaba en el suelo y se la trago en menos de diez segundos.

Limpio su sudor con un paño pequeño que su omega le había ordenado a usar porque "no besaría a alguien sudado como cerdo".

A veces le recordaba a su madre.

— Alfa.

Levanto la cabeza para ver a su hermoso omega utilizando ropa interior ajustada a su pequeño cuerpo. Con su carita llena de pecas y su nariz recta. Su rostro perfecto que le sacaba suspiros cada que lo veía.

Alexander era jodidamente perfecto.

Y era malditamente caliente.

— Ven aquí omega.

Alexander fue a saltitos cortos al regazo  de su alfa y ronroneo gustoso al oler su fuerte aroma a café y canela.

—¿Extrañaste a tu alfa mientras estabas con tu mamá?— sin previo aviso apretó el culo de su omega fuertemente ganándose un gemido agudo del omega.

—S-si, alfa.

Lamió el cuello del omega haciendo que este perdiera el ritmo de su respiración. Amasando el trasero del omega descaradamente.

—A- Atenea...

Metió sus manos debajo de la ropa interior de Alexander en busca de su entrada.

—Alfa.— gimio el omega deseando más de su pareja.

Alexander era la droga de Atenea. Lo necesitaba como el aire para respirar, no dejaría nunca que nada lastimase a su pequeño omega perfecto.

Ahora teniendo su casa propia se sentía segura de tenerlo bajo si cuidado bailando por la casa como una maldita y sensual mariposa.

—Eres mío.

Dijo dominante.

—Soy tuyo desde que nací, alfa.

LOUIS Y HARRY.

La casa estaba llena de conversaciones animadas aún. Sus tres cachorros catorce años ya.

Pintaban la casa con sus ideas y amigos. Extrañaban a sus otros cachorros sin embargo.

Venían de visita unas cuantas veces al mes.

Pero a la casa aún tenía  su color.

Eso no impidió que Louis follara a Harry contra todas las superficies de la casa como si fuera la primera vez cada que los cachorros no estaban en casa.

No iba a aceptar su vejez hasta que este a dos días de la muerte.

Y mientras siguieras vivos se amaría con locura a cada minuto.

—Quiero agradecerte por la hermosa vida que me diste y la felicidad infinita que me haces sentir cada día.

Estaban tomando un vino en uns de las terrazas de la casa celebrando su aniversario ya no saben cuanto.

—Yo quiero agradecerte por enseñarme a sentir de la manera más linda que existe.

Bajo el crepusculo ambos corazones latían al compartir de una melodía armoniosa. Alfa y omega amándose a flor de piel.

—Te volvería a elegir mil veces.

Bajo la luz de la luna Harry beso a Louis.

Podría ser la última vez.

Podrían faltar muchos más besos por vivir.

Pero a ellos solo les importaba el ahora.
Y ahora estaban juntos.

Y eso era lo único que importaba.

  Fin.


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