Cuando entré en la casa Klein, no encontré una horda de sirvientes corriendo, ni multitud de familiares a la espera del niño por nacer y eso, me desconcertó. Recordaba bien aquellos días en que mi madre me llevaba con ella a presentar sus saludos y buenos deseos a la familia de la parturienta. Siempre había un aire tenso pero emocionado que embargaba el aire, sonrisas expectantes y cuchicheos de parte de los sirvientes; pero esta vez no.
En la entrada me recibió un joven sirviente que me guio por la silenciosa estancia y a medida que me acercaba a la habitación, que supuse era la de Scarlett, comencé a oír el sonido de sus gritos. Sentí que se me erizaba la piel, pero seguí avanzando y me detuve en la puerta del salón de descanso en donde Sir Adrien Klein esperaba.
No había nadie más que él en esa silenciosa habitación.
Con los brazos sobre las piernas, y la frente apoyada sobre sus manos, creí verlo temblar. Miré al sirviente que me había traído y pude ver la mueca amarga sobre su rostro antes de cerrar la puerta detrás de mí.
Me sostuve el vientre y di pasos lentos hasta sentarme junto a él; el esposo de mi amiga nunca había sido una persona especialmente sociable, pero siempre me había tratado con respeto.
—Estará bien. —Estiré la mano y la puse sobre su hombro al tiempo que ponía una pequeña sonrisa sobre mis labios.
Mis palabras parecieron perderse en el aire, porque él no dijo nada y yo no me animé a seguir hablando; no obstante, un nuevo grito desgarró la calma y apreté mi agarre de forma inconsciente.
Adrien me miró antes de sonreír de forma casi imperceptible.
—Lo sé —dijo—. Pero todavía tengo miedo.
Ya había notado el silencio antinatural del lugar y ahora que escuchaba el susurro de su voz con tanta claridad, me parecía todavía más lúgubre. Así no tenía que ser el ambiente de nacimiento de un niño, pensé. Miré hacia abajo, hacia el punto en donde mi vientre sobresalía y me di cuenta de que quizá, no todos vivíamos la espera de la misma forma y también me preocupé. Yo quería que mi bebé fuera recibido en un ambiente alegre, que se sintiera feliz de venir al mundo.
—¿Por qué...? —Dejé la pregunta en el aire al no atreverme a continuar. El esposo de Scarlett, desde el primer momento en que lo había visto, se me había hecho un hombre callado y serio; aunque Alexandre decía que tenía un carácter irritante.
—¿No hay nadie? —Una sonrisa ladina asomó por el borde de sus labios y negó con suavidad. Sus acciones pausadas y tranquilas empujaron hacia abajo mi nerviosismo inicial, por lo que asentí en silencio—. No es que no hayamos avisado, es solo que usted fue la única en apresurarse.
Mi corazón se quebró en ese momento y no pude evitar el evocar la imagen de mi vibrante y rubia amiga. Ella se movía por la esfera social como una mariposa deslumbrante, sonreía con soltura y aconsejaba con sinceridad; parecía que en cada pequeña acción daba todo su corazón. ¿Por qué no había venido nadie más?
—Es mi culpa —dijo de repente—. Si yo fuera una mejor persona, un mejor caballero... alguien más capaz, entonces no tendría que pasar por estas cosas.
Un nuevo grito traspasó las paredes y apreté mis manos unas con otras.
—Nunca escuché a Scarlett quejarse. —No sabía si era por la imagen medio quebrada que pintaba este hombre grande o si era por consideración a la sonrisa de mi amiga, pero sentí la necesidad de consolarlo—. Te ama.
Adrien Klein volvió la cabeza hacia mí y vi sus ojos abrirse un poco más de lo común antes de que se curvaran siguiendo la línea de su sonrisa. Por un segundo me sentí deslumbrada y esperé las palabras que podrían salir después de aquella curva; sin embargo, lo que lo detuvo, no fue el grito de Scarlett, sino el de un bebé.
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Alizeé
FantasyPerteneciente a la rígida y elitista nobleza, Alizeé está convencida de que un matrimonio por amor es demasiado pedir y está dispuesta a ser una buena esposa; sin embargo hay cosas que por mucho que se quiera, no pueden controlarse. Dividida entre e...