Me habían contado que la Capital era fabulosa, un lugar en que hasta la dama más pobre podía vestirse espléndidamente. Por supuesto, esto último era mentira, pero no era de extrañar que las palabras fueran exageradas. Todas mis conocidas que habían ido y venido por diversos motivos, se habían sentido encandiladas con las grandes damas de la corte, con sus encantadores y pomposos vestidos, con sus reuniones de té y, si tenían suerte, con el palacio.
Yo no había querido debutar en el palacio como tantas otras, las tierras en la frontera parecían mucho más dulces para hacerlo... por lo menos no temería a las pintadas bocas femeninas.
—¡Señorita! —El grito de mi doncella junto a mí me sacó de mis pensamientos y me di cuenta de que en algún momento me había quedado colgada en mis divagaciones— ¿Se ha despertado ya de su enamoramiento?
—¿Enamoramiento? —Me reí y miré las mejillas sonrojadas de Margot con diversión— ¿Enamorada de qué?
—No puede ser que después de conocer a su prometido no se sienta al menos un poco emocionada. —La desilusión le bañó los ojos y sentí que, aunque hubiera casi cinco años de diferencia entre ambas, la mayor era yo.
—No estuvo mal. Es un muchacho... agradable... aunque no habla demasiado.
—¿Cree que eso será un inconveniente?
—No lo sé. —Negué y acepté con cierto humor que nunca podría cumplir con las expectativas acarameladas que mi compañera esperaba de mí.
Vi sus labios fruncirse en un puchero encantador antes de que suspirara.
—¿Todavía quiere salir?
—¿Ha vuelto mi madre? —Desde que había puesto un pie en la ciudad había planeado recorrerla por puro interés práctico. Si me casaba, sabía que tendría que permanecer aquí indefinidamente y conocer no estaría de más.
—No lo ha hecho. ¿Prefiere esperarla?
—En lo absoluto, es más, vayámonos antes de que regrese. —Energizada, dejé el té que había estado sosteniendo a un lado y alisando las arrugas inexistentes de mi falda, caminé hacia la salida arrancándole de las manos a una sirvienta el abrigo que me había ofrecido y casi corrí hacia afuera. Era perfecto. Si mi madre no estaba, no tendría que controlar demasiado mi curiosidad y mis movimientos.
—¿Va a salir? Señorita. —Inmediatamente después de poner un pie fuera de la mansión un guardia me cortó el paso y supe que mi estimada madre ya había supuesto que no la esperaría.
—Así es... ¿hay guardias preparados para acompañarme?
—Los hay, están esperando junto al carruaje.
—¿También está listo el carruaje? —Mi asombro pareció causarle gracia al hombre que sonrió y rápidamente se compuso antes de asentir.
«Debí suponerlo».
—Gracias.
Ya no tenía sentido sentirme completamente superada por mi propia madre y viendo que no había forma de escaparme sin que ella lo supiera, subí obedientemente al carruaje seguida de una sonriente Margot sabiendo que interiormente se estaba burlando de mí.
Realmente... que fracaso. Uno más a la lista.
—¿A dónde desea ir? —La voz del cochero llegó desde el frente y por un segundo no supe qué responderle.
—...vayamos al centro, al área comercial. —Por fuerza, tendría que haber un área comercial, así que no había forma de que me equivocara y efectivamente, cuando los caballos empezaron a avanzar y las tranquilas mansiones fueron dejadas atrás, pude ver como las calles se poblaban y los inicialmente finos vestidos se mezclaban con el algodón de los atuendos de los plebeyos.
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Alizeé
FantasyPerteneciente a la rígida y elitista nobleza, Alizeé está convencida de que un matrimonio por amor es demasiado pedir y está dispuesta a ser una buena esposa; sin embargo hay cosas que por mucho que se quiera, no pueden controlarse. Dividida entre e...