Cerré los ojos y respiré profundo cuando Alexandre golpeó la puerta, se suponía que me esperaría abajo; pero ahora que lo miraba, su presencia me instaba a dejar de lado todas mis aprensiones y terminar de una buena vez de elegir un collar que, en realidad, no necesitaba.
Desde la mañana hasta este momento en que todo estaba listo y dispuesto, el vestido, el cabello y el maquillaje, no pude dejar de pensar en lo que haría cuando me cruzara con su majestad, la reina. Después de razonarlo por algún tiempo, me pude hacer una idea de lo que podría haberla molestado, pero no me resignaba a dejar que mi salón se mantuviera cerrado.
El que todavía nadie me hubiera dicho nada significaba que aún tenía margen de maniobra.
Miré a mi esposo a través del espejo y capté sus ojos, que se posaban en la parte posterior de mi cuello desnudo y no pude evitar el creciente calor en mis mejillas. Su mirada celeste era tan penetrante que desvió por completo mi atención de todo lo que hasta el momento había pensado.
No sabía lo que pasaba por su cabeza la mayor parte del tiempo y me sentía frustrada y dulce al mismo tiempo cuando comprobaba que sus ojos me seguían cuando nos encontrábamos. Supe por Margot que mi madre había hablado con él no mucho después de su llegada, pero el contenido de la conversación, nadie más que ellos dos lo sabía; pero fuera lo que fuese, su actitud cambió.
—¿Qué tal? —Me di la vuelta sobre el asiento y estiré un poco más el cuello al subir la barbilla.
—Hermosa. —Escucharlo decir esa palabra con su voz baja y templada, sumado al sentimiento caluroso que se desprendía de sus orbes, hizo que mis mejillas se sonrojaran mucho más que si las hubiera empolvado.
Me di la vuelta con rapidez una vez más y me reprendí la niñería de sentirme más tímida que cuando me casé hace casi dos años; también aplaqué el sabor agridulce que me cubrió la boca al pensar en cómo mi determinación por mantener un pensamiento racional vacilaba día con día.
—¿Estás lista? —preguntó al tiempo que se acercaba a mí y posaba sus manos sobre mis hombros.
Una vez más me atreví a mirarlo a través del reflejo del espejo y quise cubrir sus ojos.
—¿No te pondrás ninguno? —Se inclinó hacia adelante, rodeándome con sus brazos y recogió una de las finas cadenas que descansaba de forma descuidada con las demás en el joyero.
—No elegí ninguno, no puedo decidirme. —Le había dicho lo mismo a Zoé antes de pedirle que se retirara hace unos veinte minutos y determiné que no era necesario ponerme ninguno; sin embargo, al verlo recorrer con sus dedos las distintas opciones, sentí una pizca de expectación.
—Este. —Seleccionó uno del montón y me sorprendí al ver la fina cadena plateada adornada solo con una pequeña gota de amatista. Era delicado y elegante, una elección adecuada para el vestido azul que usaba—. ¿Te lo pongo?
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Alizeé
FantasyPerteneciente a la rígida y elitista nobleza, Alizeé está convencida de que un matrimonio por amor es demasiado pedir y está dispuesta a ser una buena esposa; sin embargo hay cosas que por mucho que se quiera, no pueden controlarse. Dividida entre e...