Veintiuno

1K 211 61
                                    

—¿Es esto? —Miré el líquido oscuro que me habían servido dentro de una taza y respiré el aroma fuerte y tostado que arrojaba, no sabía definirlo con exactitud, pero invocaba una especie de confort inentendible.

—Así es, señora, los demás continentes lo conocen como café —dijo Francis.

—Ah, ¿y nosotros cómo lo conocemos? —pregunté antes de verlo enrojecer y abrir la boca en busca de resarcir lo que había dicho con anterioridad—. ¿De dónde dijiste que viene?

—De Saeida, señora.

—¿Y eso dónde queda? —Arqueé una ceja y traté de recordar la intrincada lista de nombres que se me había hecho estudiar de niña y a la cual no había vuelto desde hacía años; pero no pude recordarlo.

—En Munnam, señora, se dice que es una tierra fértil y llena de riquezas. —Pude ver los ojos del encargado brillar al pensarlo y yo también pude evocar una exótica visión de una tierra que quizá nunca conociera.

—¿Y cómo fuimos capaces de conseguir este tesoro entonces? —Yo sabía que nuestro continente parecía precioso en la superficie, pero se hundía en la antigüedad, todo llegaba tarde para nosotros, porque los reinos exigían un tratamiento elevado por ser los primeros. Mientras el mundo progresaba, mientras los otros cuatro continentes avanzaban a paso agigantado, nosotros nos quedábamos atrás.

—Tuve que pelear por esto en el puerto, señora. En sí, no hay mucha gente que se atreva a comerciar grandes cantidades de café y gastamos una pequeña fortuna, pero confío que con esto podremos superar al otro salón. —Su gesto se ennegreció y yo me reí al ver su espíritu encenderse, le había dado a Francis plena libertad para decidir los asuntos de Rumeurs mientras yo no estuviera presente, por lo que no me molestaba esa "pequeña fortuna"—. Ahora pruebe, señora y díganos qué le parece.

Enseguida volví la cabeza hacia la taza y dudé, nunca había visto una bebida tan negra, pero no podía dejar de probar un nuevo producto del salón; así que respiré hondo y me llevé el borde a la boca antes de probarlo. Todo mi gesto se contrajo cuando la amargura me inundó y dejé la taza con rapidez antes de tragar a la fuerza y llevarme la servilleta a los labios.

—Que sabor tan... peculiar —me aclaré la garganta y hablé.

—Es un gusto adquirido —dijo Francis mientras aguantaba la risa y luego negaba con la cabeza—. En cualquier caso, no esperamos que sea una bebida popular, aunque si le pone azúcar mejora; lo que hicimos fue convertir el café en postres.

—Eso me interesa, ¿hay pruebas?

—Esperaba que lo preguntara, Anne, trae los postres. —Al ver la gran sonrisa de mi encargado, arqueé una ceja y miré en dirección a mi doncella, que permanecía más tiempo en Rumeurs que a mi lado. Quizá debía considerar el dejarla de forma permanente en el lugar.

Mientras Anne se retiraba en busca de los dichosos postres, miré el perfil de Francis, era un hombre jóven pero muy capaz.

—¿Pudieron descubrir algo sobre el tema de quién filtró las recetas? —pregunté y miré por la ventana del estudio. No me preocupaba el asunto de que alguien hiciera las mismas cosas que nosotros, la mayoría de nuestros postres habían sido creados a partir de comida popular y nuestros cocineros las mejoraron y adornaron según los gustos de la nobleza, por lo mismo, no podía ser que ese salón sirviera algo tan similar.

—No, estuvimos atentos a las personas en la cocina, pero no parece haber nada fuera de lo normal.

Respiré profundo y me sostuve la frente con una de mis manos, la llegada de mi madre me había dado un suspiro más que merecido respecto a la casa y a Bastian y mal que me pesara, de Alexandre. Con ella presente, me había dedicado casi al cien por ciento en Rumeurs y lo extrañaba, extrañaba mucho sentarme a organizar sus cosas y la satisfacción que me traía.

AlizeéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora