Veintidós

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La misma mañana en que Bastian amaneció con fiebre, empezaron a circular algunos comentarios sobre Rumeurs, su carácter elitista y algunos problemas que surgieron y que involucraron a algunas damas. Todo eso desencadenó escenas poco agradables de las que no fui capaz de hacerme cargo en los cortos dos días que me ausenté; en contraposición, la fama del otro salón se hizo más prominente y tuve que admitir que era extraño.

Sin embargo, no tenía el tiempo ni la predisposición para ocuparme de ello.

El médico había venido más temprano y nos había recomendado darle baños de agua tibia, poner un paño frío sobre su cabeza y mantenerlo hidratado, porque era demasiado pequeño para recetarle cualquier infusión; por lo que ahora, agachada delante de una ardiente chimenea junto con Margot y mi madre, nos ocupábamos de bañar al pequeño copo cuyas mejillas parecían dos tomates maduros.

Todavía recordaba cómo mi corazón pareció detenerse en cuanto Margot me despertó por la noche para comunicarme su estado y toda la casa, incluido Alexandre, pareció caer en una extraña tensión que se mezclaba con miedo. Aunque mi esposo no decía nada, su rostro grave y sus pasos, que se escuchaban del otro lado de la puerta, me decían que estaba preocupado.

Pero al final, cuando todo se calmó y pude respirar con normalidad, la situación de Rumeurs se había vuelto algo que casi escapaba de mis manos. Francis parecía hiperventilar mientras me informaba sobre las cosas ocurridas los días que no estuve y aunque logró manejarlo para que los malos comentarios no siguieran esparciéndose, el daño ya estaba hecho y ver cómo la mayoría de las mesas se encontraban vacías, logró sacarme un hondo suspiro.

Debía sentirme desesperada, pero al contrario, solo sentía una especie de nada que no se concebía con el estado de las cosas.

—¿Aún no anunciamos los postres con café? —pregunté.

—Iba a hacerlo cuando pasó esto.

—Mejor, aún no digas nada. —Me masajeé el puente de la nariz con suavidad antes de suspirar—. ¿Cuál fue el problema con exactitud?

—Alguien soltó el rumor de que nuestros postres estaban hechos con productos de baja categoría y tanto Madame Baume, como la señorita Mably dijeron haberse enfermado luego de comer. —Mis cejas se tejieron profundamente al escucharlo y más todavía cuando me encontré con el rostro enrojecido de mi encargado—. Además, Lady Vilette encontró un insecto en su pastel.

—¿Un insecto? —Levanté la voz sin darme cuenta y pestañeé con rapidez. En todos el tiempo que llevábamos, jamás se había encontrado siquiera un cabello ¿y ahora me decían que habían encontrado un insecto? No podía creerlo.

—Me temo que sí... —Con una mueca de asco, siguió—. Estaba mezclado junto con la crema interior del pastel.

Me dejé caer hacia atrás y me cubrí el rostro con las manos antes de darle la razón a mi madre, sea quien sea que estuviera contra mí, no me estaba dejando las cosas fáciles. Permanecí en silencio durante un largo rato mientras trataba de acomodar mis pensamientos y de idear una estrategia.

—Si me permite una sugerencia, creo que deberíamos suspender la idea de rebajar nuestro menú para los plebeyos, me temo que pensarán que es solo una medida reaccionaria a la situación actual.

—Mm, hazlo y también... organiza una reunión con los trabajadores con acceso a la cocina, más que nada con los que tienen contacto directo en la preparación de las cosas.

—¿Qué haremos respecto al otro problema?

—Me encargaré de eso en persona, tú ocúpate de lo que te dije y mantén el lugar cerrado por una semana, ni más ni menos, este problema tiene que solucionarse de una buena vez. —Ya había tomado mi resolución al respecto y tenía una buena idea de cómo lidiar con esas jóvenes nobles que habían enfermado y con la que había recibido el pastel—. Por ahora reúne a los empleados.

AlizeéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora