* Capítulo sin corregir *
Un día después de que mi período de confinamiento acabó, Jerome entró en el salón con gesto tenso. Fleur dormía entre mis brazos mientras Bastian lo hacía con la cabeza apoyada en mi regazo.
—Señora. —El mayordomo parecía más rígido de lo usual y sus ojos más alerta.
Arqueé una ceja en su dirección y me pregunté qué podría haberlo puesto así.
—Su majestad... —Su boca se abrió y liberó esas palabras en el justo momento en que una figura encapuchada se apresuraba a pasar por el umbral; las líneas amplias envueltas en la capa me dijeron que era una mujer y cuando la capucha cayó hacia atrás, estuve a punto de brincar de mi asiento.
—No es necesario —habló y pasó su mirada celeste sobre mi antes de clavarla en el hombre que permanecía con nosotras en la habitación—. Retírate.
Mis labios se presionaron con fuerza tratando de no delatar el desconcierto y la sorpresa que me generaba ver a la reina parada en medio de la habitación; y cuando Jerome nos abandonó, solo el silencio se hizo cargo del salón interrumpido por el leve roce de la tela al ser quitada.
Sus manos dejaron la capa sobre el sillón frente a mí antes de que ella misma se sentara y los labios parecieron curvársele en un gesto de alivio; el bochorno creciente de mitad de primavera, en conjunto con la humedad de una pronta tormenta no hacían agradable la idea de cualquier abrigo.
Seguí sus movimiento todavía en trance y solo reaccioné al ver su sonrisa; su expresión estaba relajada, casi contenta, en definitiva, una cara que casi nunca veía.
—Su majestad, es una sorpresa, si hubiera sabido...
—Ahorremos las formalidades, Alizeé —con un tono de voz suave, considerado hacia los niños que dormían, habló—. Tú y yo ya nos conocemos lo suficiente.
—De ser así... me atrevo a preguntarle: ¿Qué la trajo hasta aquí? —Su sonrisa me perturbaba y mis manos envueltas alrededor de mi hija se tensaron.
—Vine a verla.
Su declaración, simple y llana, logró que mi cuerpo se endureciera; pero mi mirada no cambió en lo más mínimo, ya fuera por costumbre o por autoprotección.
Mi garganta se sintió seca, pero logré disimularlo cuando mi boca se estiró hacia los lados.
—Es un honor que su majestad se tomara el tiempo de hacernos una visita; con gusto la hubiera llevado a palacio. —Nada era más mentira que esas palabras, pero por el bien de las apariencias, no tenía otra opción que mostrarme agradecida.
—Aún es pequeña —negó e hizo un gesto con la mano antes de que una de sus damas de compañía entrara; no la había notado, pero por la prontitud de sus movimientos, me di cuenta de que no pudo haber estado demasiado lejos y que sus ojos debieron haber captado todo el intercambio—. ¿Me permitirías cargarla?
No fue necesaria ninguna agudeza extra para notar la orden dentro de la pregunta, entonarla en forma de interrogación no había sido más que una formalidad y esto se confirmó en cuanto la mujer que había entrado se acercó a mí; su mirada se detuvo un momento sobre mi rostro y me obligué a aflojar el agarre sobre Fleur para que el intercambio entre ambas fuera más natural y fluido.
Un pichazo de impotencia y desespero se anidó en mi pecho al ver cómo la bebé que antes dormía contra el latido de mi corazón era alejada y enviada a los brazos de la reina como si fuera un paquete.
—Qué bonita es —dijo Madalyn en un suspiro y sus dedos se deslizaron sobre la línea de la diminuta nariz. Su mirada estaba atraída hacia Fleur como un imán al metal y por un segundo, mi latido errático se calmó.
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Alizeé
FantasyPerteneciente a la rígida y elitista nobleza, Alizeé está convencida de que un matrimonio por amor es demasiado pedir y está dispuesta a ser una buena esposa; sin embargo hay cosas que por mucho que se quiera, no pueden controlarse. Dividida entre e...