Veinticinco

1K 211 64
                                    

La reina Madalyn era el epítome de una mujer noble: educada, agradable y sin fisura

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La reina Madalyn era el epítome de una mujer noble: educada, agradable y sin fisura. Incluso cuando sus comentarios parecían más incisivos de lo adecuado, la sonrisa suave sobre sus labios lograba que el receptor no pudiera abrir la boca y refutarla.

«E incluso si quisiera, no me atrevería», pensé mientras me llevaba la taza a la boca y le daba un sorbo al té.

Me di cuenta apenas llegar a palacio, que la reunión era más una mera excusa de su parte para encontrarse conmigo que otra cosa; por lo que todas las damas que se habían juntado ese día, se despidieron una detrás de la otra mientras yo me quedaba atrás luego de recibir una cordial invitación de su majestad para conversar aprovechando la rara oportunidad que teníamos, como primas, de hablar entre nosotras.

La existencia de una relación sanguínea entre nosotras no era la gran cosa, pero era cierto que su madre y la mía eran medias hermanas. No podía decir que mi madre expresara especial cariño por una familia que trató a mi abuela con desdén; así que esta muestra de afecto me parecía más escalofriante que si me hubiera declarado abiertamente su desprecio.

—Es una lástima que hayamos perdido la oportunidad de crecer juntas —dijo y suspiró sin dejar de mostrar cierto pesar sobre sus facciones.

—Su majestad es demasiado sensible, nunca es tarde para formar una buena relación. —En mi interior, no podía dejar de temblar ante la idea de cometer un error. Esta mujer me parecía difícil de leer.

La taza en su mano hizo un leve sonido tintineante al tocar el platito y, a su vez, me dirigió una mirada brillante. La miríada de pensamientos que atravesaron sus ojos se aplacaron bajo el leve brillo de la burla contenida.

—Es una mujer curiosa, duquesa. —Su cuerpo se inclinó hacia mi lado con un movimiento ligero antes de volver a hablar—: Inteligente.

Mi sonrisa se volvió rígida sobre mis labios y luché ante la necesidad de desviar la mirada; su intención era intimidarme.

—Me subestima, majestad.

—En lo absoluto, me atrevo a subestimar a cualquiera, pero no a usted. —Hizo una pausa que se prolongó por cortos segundos que parecieron eternos—. ¿Puedo llamarla por su nombre?

—No hay necesidad de preguntar, usted puede.

Sonrió y no dijo nada por un tiempo antes de asentir. Sus ojos de azul prístino se enfocaron en mí sin disimulo y su mano volvió a tomar el asa de la taza.

—Me pregunto qué opina de la capital, Alizeé.

—Es un lugar animado. —No lo pensé demasiado antes de contestar—. Parece que siempre hay una novedad.

La reina asintió dando su acuerdo a mis palabras y liberó un suspiro bajo seguido de una leve curva sobre sus labios. Su mano hizo un gesto, que aún en su simpleza pareció elegante y las sirvientas que nos acompañaban en la habitación salieron.

AlizeéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora