—¿Eso fue lo que pasó? ¿Realmente?
—¡Realmente! No me atrevería a mentirles. —Asintiendo vehemente con la cabeza, la mujer de unos cuarenta años, sonrió y revolvió el té con la cucharita antes de levantar sus ojos y pasarlos por el reducido círculo de invitadas que se encontraban presentes.
—Increíble... la reina... ¿realmente tuvo un amante?
—¡Shh! ¡Querida! Si mi esposo escuchara esto, sin dudas me castigaría severamente. —Aunque había dicho eso, se notaba que, aunque preocupada, estaba dispuesta a correr el riesgo para decir aquella verdad.
Recordé que en el sur las cosas eran mucho menos complicadas que aquí, las mujeres de la capital estaban constantemente en busca de nuevos chismes y algunas incluso se arriesgaban a inventarlos a costa de sufrir graves repercusiones.
Puede que, en cierta forma, se considerara inofensivo, para mí lo era, pero la mirada represiva de mi madre me indicaba lo contrario. Ella, a diferencia de mí, se había criado en este bullicioso y complicado lugar, por lo que sus reacciones me decían que quizá, lo adecuado sería ni mencionar lo que habíamos escuchado ni permanecer durante mucho tiempo más y como esperaba, al cabo de un rato, con un movimiento de faldas, mi madre y la Condesa Joubert se despidieron.
Detrás nuestro, las pocas mujeres que quedaron, parecían indecisas sobre si seguir nuestro ejemplo o quedarse, pero si lo hicieron o no, no lo supe.
—Una vez que estés aquí, cuida tu boca y con quien te reúnes. —Inmediatamente después de subirnos al carruaje, las palabras de mi madre no se hicieron esperar y sus ojos, usualmente amables, se volvieron severos— Si escuchas algo que no debes, no lo repitas y trata de que nadie sepa que lo hiciste.
—Madre... escuchar no es un crimen. —Repliqué
—En esta ciudad, lo es.
Sentí que me ahogaba con la réplica cuando ella me miró y solo pude permanecer en silencio. ¿Tan peligroso era comentar sobre algún tema? Bueno, no era que la vida personal de la reina me interesara particularmente, pero tenía cierto entendimiento en que no sería muy bueno andar esparciendo tales rumores a sus espaldas y creo que ni en su cara, pero... ¿Cómo evitar que las personas hablen?
¡Por favor! Estas mujeres de la capital decían tener mil y un entretenimientos, pero todos eran iguales, si no era el teatro, era la fiesta de té de tal o cual señora, con mucha suerte se organizaría algún banquete nocturno, un baile si se quiere, sin embargo, hasta para eso había que tener cuidado, no vaya a ser que la fiesta a la que quisieras asistir no se coincidiera con tu estado. Así, la mayoría de las mujeres, y no quería en esto omitir a los hombres, habían encontrado por pasatiempo el juntarse a hablar sobre los demás.
Era divertido, fuera cierto o no, lo que se comentaba.
Ahora... era una amargura que ni siquiera hablar estuviera libre de culpas y que tuvieran que ser todos tan cuidadosos en su propia casa, pero que bueno sería si existiera un lugar en donde esto fuera normal y donde rastrear quién había dicho qué fuera difícil.
«Hermoso».
Chismear a gusto, sin dudas, es hermoso.
Me reí entre dientes y me tapé la boca apresuradamente cuando mi madre me miró de soslayo y pensé que sin dudas me había leído el pensamiento y sería castigada solo por ello. Como era lógico, nada de esto sucedió y pude seguir divagando a mi gusto sobre un lugar tan bueno como ese.
Naturalmente tendría que haber comida, comida y lugares cómodos en donde todas esas ladies y madames pudieran sentarse a conversar sin el peligro de ser oídas por sus propios sirvientes y ser delatadas frente a sus esposos. Eran temas minúsculos las mayorías de las veces, pero por la reacción de mi madre, y ahora que había tiempo de analizar un poco más la situación y las palabras de la condesa, supe que una pequeña palabrita, lamentablemente, podría ser demasiado peligrosa para esas mujeres.
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Alizeé
FantasyPerteneciente a la rígida y elitista nobleza, Alizeé está convencida de que un matrimonio por amor es demasiado pedir y está dispuesta a ser una buena esposa; sin embargo hay cosas que por mucho que se quiera, no pueden controlarse. Dividida entre e...