Diecinueve

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—Señora, hay una mujer que la busca. 

Estaba amamantando a Bastian cuando Zoé entró con el mensaje de los guardias en la entrada y fruncí el ceño tratando de recordar si había invitado a alguna persona y lo había olvidado, o si alguien me había mandado una tarjeta. 

Pero no. 

—¿Dio su nombre? —pregunté sin mucho interés al tiempo que pasaba mi mano por la mejilla gordita. Con solo un mes y medio de vida, mi bebé era un glotón muy fuerte, solo había que ver la fuerza con la que apretaba los puños.

—No, señora. 

—¿Y entonces por qué no la rechazaron? —Levanté la mirada y pregunté sin entender. 

—Lo hicieron, pero es muy insistente, lleva tres horas en la entrada y se niega a irse sin antes hablar con usted. 

—¿Dijo qué quiere? —En este punto me sentí intrigada por la visitante y lo que la trajo hasta la puerta de mi casa.

—Tampoco, señora. —Zoé se cruzó de brazos un momento y luego arrugó la nariz antes de decidirse a hablar—. Me tomé la libertad de ir a ver de lejos, y me pareció que llevaba ropas de doncella. 

—¿Una doncella? —Levanté las cejas al mismo tiempo que mi curiosidad aumentaba—. No sé quién puede ser. ¿Dijiste que no trae ningún mensaje ni nada? 

—No, señora. 

—Qué extraño. —Negué y dejé el asunto de lado al ver que Bastian me miraba con los ojos muy abiertos desde abajo—. ¿No estabas durmiendo tú? 

Me reí al ver la mueca de extrañeza con la que parecía mirarme y lo apreté más contra mí. 

—¿Qué hacemos con ella entonces? 

—Dile a Margot que se haga cargo, si es necesario, que me informe. —Lo pensé durante un momento antes de decidirme por una opción cómoda. Confiaba en que mi doncella, que ahora se hacía cargo de la mitad de mis deberes, sería capaz de lidiar con el tema. 

—Sí, señora. 

Asentí en conformidad cuando la vi salir y me dediqué a limpiarle la boca al bebé y a ponerlo sobre mi hombro para palmear su espalda. En el poco tiempo de vida que tenía la pequeña criatura, había manchado más de un vestido con leche cortada. 

Me acerqué a la ventana en lo que paseaba por la habitación y miré contenta el raro día soleado que hacía afuera. 

La nieve aquí no era tan gruesa como en Carmine, por lo que imaginé que los caminos estarían más despejados con la ayuda del sol. 

—¿Qué dices si vamos y conoces el salón? —Por seguridad, me había quedado en casa y prolongado un poco más el periodo de confinamiento dentro de la casa, pero ya era hora de que saliera y el día lo ameritaba. Hace tiempo que no visitaba Rumeurs. 

Con ese pensamiento en mente, dejé a Bastian sobre la cama y me asomé en busca de una doncella; como era de esperarse, mientras Zoé estaba con Margot y Anne de mensajera afuera, Lucie, Irina y Élise aguardaban en el salón exterior del cuarto. 

Mientras una informaba al cochero, las otras dos se encargaron de buscar mi ropa y la de Bastian.

Al tiempo que me dejaba ayudar para ponerme el vestido, lo miraba moverse apenas sobre la cama. Un rayo de sol le daba justo en la cara y parecía molestarlo; pero sobre la pelusa de cabello blanco, la luz brillaba deslumbrante. 

—El señorito es tan lindo como un copo de nieve —Élise, que se había acercado a él para abrigarlo, habló—. Nunca vi un bebé tan bonito. 

AlizeéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora