XXXIII

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Terminó la coreografía y se miró en las paredes de espejo.

Jungkook tenía unas ojeras enormes y la expresión más decaída que alguna vez se le había visto, pero su resistencia y pasión por el baile parecían no haber cambiado. Después de todo lo que había arruinado, solo le quedaba arruinarse a él mismo, pero no lo haría. Tenía que resolver un misterio, o más que eso, porque no estamos en un maldito thriller, tenía que descubrir qué era lo que Kim Seokjin le había hecho aquella semana que pasó en Japón.

Con una toalla en el cuello, se metió a la camioneta y condujo hasta el edificio donde actualmente se quedaba Jimin. Su corazón dolía al recordar la ruptura y llegar todos los días a una habitación vacía, pero sabía que haría lo que sea para sacar la verdad a la luz. A final de cuentas, a esta no le gustaba estar enjaulada mucho tiempo.

Iba a recuperar a su familia a como diera de lugar.

Le envió un mensaje al menor una vez estacionó y, poco tiempo después, Taehyung salió del edificio cargando a un sonriente Miel. Jungkook no dijo nada, entendía que quizá Jimin no quería verlo, pero le fue inevitable no entristecerse por eso.

— Hola —saludó de mala gana Tae cuando el pelinegro se acercó a él y tomó en brazos a su hijo— Jimin le empacó sus cosas y... Tienes que traerlo el domingo en la tarde —le entregó una mochila pequeña de colores, que estaba muy pesada, y finalmente se despidió del bebé antes de irse.

¡Apa, pa, pa, pa...! —Jungkook condujo a casa con Miel hablando y gritando en la parte trasera del vehículo. Se sintió cálido y con una emoción que salía únicamente con él. Amaba a su hijo y ahora que no tenía tantas obligaciones por su hiatus, aprovecharía para brindarle al bebé el tiempo merecía.

Cuando llegó a la residencia Jeon, se sorprendió al no ver a nadie. Dejó a Miel en el corral con la tele prendida y se paseó por la cocina y el comedor sin encontrar ni una sola alma, luego subió a ver las habitaciones del segundo piso, revisando una por una, y cuando abrió la del cuarto de Soobin, la cerró inmediatamente.

— ¡JUNGKOOK, TU PUTA MADRE, ¿NO SABES TOCAR?! —gritó el menor, quien había estado en una escena comprometedora con su novia, que al contrario de lo que todos esperaban, no se trataba de Arin, sino de una trainee de la empresa llamada Yeji.

— Deja tus cochinadas para otro momento, ya traje a Miel —le gruñó y corrió escaleras abajo para sacar al niño del corral y dejarlo gatear por todo el suelo.

Ahora que se había asegurado de que no era el único en casa, no fracasaría solo en el intento de cuidar a un ser humano de siete meses. No le parecía difícil pues Miel solo gateaba, reía y balbuceaba palabras inentendibles, ¿Qué podía salir mal?

Claro que Jungkook nunca pensó que su hijo podía hacer muchas cosas más que esas. No lo sabía porque la mayor parte de la vida del infante, desde que nació hasta el día que Jimin se fue, solo había cuidado de él cuando su ex novio lo necesitaba. Jungkook no había cambiado pañales, no había preparado leche y mucho menos conocía los diferentes tipos de llanto y sus significados, por eso, después de un par de horas en la que Miel se aburrió de explorar el salón de estar, el pelinegro no tenía ni un sola idea de por qué el niño se había puesto a llorar de forma descontrolada.

— Miel... Bebito... ¿Por qué lloras? —decía el mayor mientras cargaba al pequeño rubio en brazos y lo mecía de un lado a otro. Soobin, que iba bajando de la mano con una colorada Yeji, arrugó el entrecejo cuando vio al niño gritando.

— ¿Qué le hiciste? —acusó.

— ¡No le hice nada! —refunfuñó Jungkook— Estaba jugando por ahí y luego se puso a llorar. ¿Tendrá hambre? ¿O Sed?

La Forma En La Que Te Amo (KookMin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora