XXXIV

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Taehyung observaba desde la puerta del baño como su mejor amigo vaciaba su comida en el inodoro. Había estado comiendo mucho ramen últimamente, pero este duraba poco tiempo en el estómago de Jimin y eso hacía que el chico se frustrara.

— ¡Estoy harto de vomitar! —Bramó el rubio al momento en que se levantó del suelo y se acercó al lavabo para cepillarse los dientes. Debido a que expulsaba todo lo que comía, se sentía mucho más débil— Creí que este embarazo sería diferente al de Miel, pero así como va, me huele a que pasaré por lo mismo otra vez... —Tae se acercó a Jimin cuando lo vio poner una mueca triste en el rostro— Tete... No quiero que este bebé pase por lo mismo... No me lo perdonaría.

El de cabello café entendía todas las preocupaciones que Jimin tenía con respecto a su nuevo hijo. Era normal, su Miel había nacido de forma complicada y Jimin solía agradecer cada día que las únicas consecuencias de su alumbramiento prematuro hayan sido que el niño fuera un poco más pequeño que los de su edad. Sin embargo, al rubio le preocupaba demasiado que su segundo bebé no corriera con la misma suerte y llegara al mundo con problemas muchísimo peores que los de su hermano.

— Todo estará bien, Jimin —aseguró Tae y abrazó a su amigo por los hombros— No ganas nada mortificándote con esos pensamientos, deberías mantenerte tranquilo y desecharlos de tu mente. Por cierto... ¿Ya has planeado como darle la noticia a tu ex?

El chico bufó y se escabulló hasta salir del baño.

Era domingo por la mañana y Taehyung ya le había dicho que no podría recibir a Miel por él, así que Jimin tendría que encarar a Jungkook esa tarde al momento en que este le devolviera a su hijo. No le gustaba mucho, pues de todas formas, cuando estaba cerca de él su corazón se emocionaba, su respirar se entrecortaba y lo único de deseaba era correr a sus brazos para apretarlo con fuerza y esconder su cara en su cuello. 

Lo extrañaba, obviamente, pero cada que lo veía, además del amor inquebrantable que albergaba en su interior, recordaba el motivo por el que se habían separado y todo se oscurecía para él. Odiaba esa sensación y por eso prefería no verlo; no obstante, esta vez no le quedaba de otra.

El mensaje de Jungkook llegó a las cinco en punto de la tarde y Jimin bajó al primer piso del edificio con un abrigo que lo cubría hasta el cuello. Visualizó el auto del pelinegro y corrió cuando lo vio recostado ahí con Miel agitándose en sus brazos.

— Hey —saludó el mayor cuando le entregó el bebé a su otro papá. Observó con una diminuta sonrisa como el rubio mayor llenaba de besos las enormes mejillas heladas del bebé.

— Hola —respondió Jimin con simpleza. Jungkook hizo una mueca y sacó rápidamente la mochila de su hijo del vehículo, entregándosela al chico frente a él— Gracias...

— No te preocupes.

El aire que los envolvió se tornó incómodo, ninguno sabiendo que decir o hacer para romperlo. Jimin mecía a Miel en sus brazos mientras sentía la mirada de Jungkook sobre él, su pulso acelerándose y sus manos sudando por el nerviosismo a pesar del frío clima.

— Bue... Bueno... —soltó Jimin, rompiendo el silencio— Creo que mejor subo al departamento antes de que Miel pesque un resfriado

Jungkook asintió sin más, despidiéndose de su retoño con un beso en la mejilla. Observó a su ex pareja darse vuelta y caminar hasta la puerta del edificio, mas sin embargo, cuando este estaba cerca de cruzar el umbral, lo vio tambalear y recargarse del marco.

Sin pensarlo dos veces corrió hasta él y lo sostuvo.

— ¿Estás bien? —Preguntó el pelinegro, mirando de arriba abajo al chico, notando con mayor claridad las ligeras ojeras bajo los ojos mieles de Jimin y su piel más pálida de lo normal— ¿Has estado comiendo?

La Forma En La Que Te Amo (KookMin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora