XXXVII

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Yoongi observó cómo su pequeño sobrino se sentaba sobre la cama por sí solo. Miel llevaba un pijama entero, de color blanco y rojo, y además tenía una capucha con la cara de una alpaca. Era un enterito adorable, pero era gracioso observar la cara enfurruñada del bebé mientras intentaba despertarse por completo.

—Hola —llamó la atención el mayor, haciendo que Miel pegara un salto por la sorpresa—. Oh, perdón.

El bebé lo observó, sus ojitos oscuros confundidos, y luego se puso a llorar.

Yoongi se quedó quieto, palideciendo al ver como el niño lloraba y no supo qué era lo que debía hacer. ¿Qué se le pasó por la cabeza al aceptar cuidarlo? No era bueno con los bebés, ni siquiera tenía mucho contacto con Miel desde que se fue de su casa; aunque, antes de lo ocurrido tampoco solía darle más de dos miradas por todos los sentimientos que se acumulaban en su interior al ver la felicidad que el pequeño implantaba en las personas.

Cuando lo veía, y veía a Jungkook jugando con él, no podía evitar imaginarse a sí mismo con su hijo. Era una sensación confusa, considerando el poco aprecio que le tuvo a la noticia de que sería padre; sin embargo, no podía controlarlo.

Pero no pensaría en eso ahora.

—¿Qué necesitas? —preguntó con voz suave, acercándose al niño y cargándolo en brazos para llevarlo al salón—. ¿Tienes hambre? ¿Sed? ¿Tu pañal está sucio?

Aba, ba, baba... —balbuceó el menor, sin dejar de llorar. Su cara se había puesto roja y los mocos también resbalaban por su nariz, así que, con una mueca de asco, Yoongi le lavó el rostro en el grifo de la cocina—. Waaaaa, baba.

—No sé a cuál de tus papás quieres, pero ambos están ocupados. —Yoongi secó el rostro de su sobrino con una toallita y luego, al ver como Miel se removía en sus brazos, lo dejó en el suelo y el bebé gateó hasta la puerta principal de departamento, en donde se sentó a seguir con su llanto—. Pero... ¿Cómo puedo ayudarte, Miel? No te entiendo y no dejas de llorar.

Obviamente no obtuvo respuesta y, al no poder permitir que el niño se quedara ahí, decidió cargarlo nuevamente y dejarlo sentado sobre el sillón. Le volvió a limpiar la cara, esquivando los dientes del menor cuando intentó morderlo, y prendió la televisión. Ya no estaban hablando de Jungkook en ningún canal de noticias, así que conectó su teléfono para colocar música infantil, cuyos ritmos alegres parecieron alegrar a Miel. Le puso varios juguetes a su alrededor también.

Yoongi arrugó el entrecejo cuando el menor empezó a reír, observando como una de sus pelotas rebotaba en el suelo y se preguntó el porqué de tal cambio repentino de humor. ¿Todos los bebés eran así de raros?

—¿Te gusta cómo cae? —dijo, pero Miel no le hizo caso. El pelinegro, sin pensarlo mucho, agarró todas las pelotas y las lanzó al piso, logrando que el rubio se riera a carcajadas. Sonrió, sin poder evitarlo—. ¡Que loco que estás!

Se pasó media hora tirando las pelotas una y otra vez, escuchando las risotadas del bebé, causando explosiones de ternura en su pecho, hasta que recibió una llamada de Jimin.

—¿Cómo están? —dijo el chico, al otro lado de la línea—. ¿Está llorando mucho?

—Ya no, pero creo que no le caigo bien —susurró Yoongi, observando al menor meterse la cabeza de un muñeco a la boca—. ¿Por qué se mete todo a la boca?

—Porque es un bebé, Yoongi.

El mayor rodó los ojos.

—No soy tan tonto —chistó—. ¿Viste a Jungkook? ¿Sabes por qué lo han detenido?

Hubo un silencio y un par de sollozos ahogados, pero luego, como si nada hubiera ocurrido, la voz de Jimin volvió a tornarse dulce.

—Miel ya debe tener hambre, así que... hay leche en polvo y agua fría en una botella. 

—De... De acuerdo —aceptó Yoongi, sabiendo que hablar le era muy difícil a Jimin en ese momento. No quería alterarlo, recordando que el chico había dicho que estaba embarazo nuevamente y con su experiencia con embarazos, no quería ocasionar una tragedia—. Lo cuidaré bien. 

La llamada finalizó y Yoongi notó como el bebé chupaba su mano, así que lo dejó en el suelo para evitar caídas. Miel empezó a gatear por todos lados y él se fue a la cocina, en donde suspiró al leer las instrucciones del tarro de leche.

—Por Dios, Jeon Yoongi, tienes casi treinta años... No debe ser tan difícil preparar un maldito biberón.

Y tenía razón, el procedimiento no se leía complicado, pero hacerlo mientras escuchabas los gritos de un bebé al que le acababas de pisar la manita, porque no lo habías notado, era un calvario.

—¡Perdón! —chilló Yoon, al mismo tiempo en que tomaba a Miel en brazos, meciéndolo, y ponía a hervir un poco de agua—. No te vi, perdón, perdón, perdón... —Con manos temblorosas, puso dos cucharas del polvo blanco en el primer biberón que encontró y luego, cuando la hervidora anunció que el agua estaba lista, combino la mitad del biberón de agua caliente y la otra mitad de agua fría—. No llores, no llores, shhhh.

¡Waaaaaaaa!

—Ya casi.... —removió con una cuchara la leche y luego bebió un poco, escupiéndolo enseguida, pero notando que estaba en la temperatura correcta. Le puso la tapa al biberón, lo volvió a agitar velozmente y luego se lo metió a la boca del niño—. ¡Listo!

Miel parpadeó, empezando a alimentarse y sintiéndose contento por la atención. Estiró las manos, jugando con los ojos pequeños de Yoongi, y rápidamente se terminó la leche. Yoongi dejó en biberón sobre el lavabo y continuó meciendo al niño, pensando que se dormiría pronto. Sin embargo, el poner tanto movimiento en un bebé que acababa de comer, solo hacía que la pancita se le removiera y terminara vomitándole encima.

Ahora Yoongi acompañó a Miel en su llanto.

No supo cuánto tiempo estuvo paseándose semidesnudo por la sala hasta que su sobrino cayó dormido. Su pequeño cuerpo se cansó de llorar y terminó cediendo al sueño, suspirando entrecortadamente de vez en cuando. Yoongi lo dejó recostado en la cuna que había en la habitación que solía ser de Taehyung, aquella habitación que conocía tan bien, y luego caminó hasta la cocina para prepararse un café. Había buscado en el armario de Jimin algo que le quedara, pero su ex cuñado era de contextura más delgada y todo le quedaba pequeño, por lo que solo metió a lavar su prenda. 

Esa pareció ser una buena excusa cuando Amanda, a las tres de la tarde, llegó al departamento y lo vio recostado sobre el sillón sin camiseta y oliendo horrible.

Ambos chicos se conocían de vista, nada más, pero eso no impidió que las mejillas de la chica se colorearan de un fuerte rojo.

—Ho... Hola —saludó ella, nerviosa.

Yoongi se puso de pie de inmediato y cruzó sus brazos sobre su pecho.

—Hola, Amanda, lamento esto, pero Miel me vomitó y no tenía ropa, así que...

—¡Oh, sí! —Amanda rascó su nuca y caminó hasta la puerta de su habitación—. No hay problema, eh... estás en tu casa y... Yo puedo cuidar a Miel si lo necesitas, así que...

—¡SI! —dijo de inmediato, recordando que aún no sabía nada de su hermano—. Tengo algo pendiente y... ¿puedes...

—Por supuesto —asintió la chica.

Yoongi sonrió y corrió a sacar su camiseta de la secadora. Se la puso en un santiamén, sin preocuparse porque estuviera arrugada, e hizo una reverencia hacia Amanda antes de salir y tomar un taxi. 

La Forma En La Que Te Amo (KookMin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora