XXVIII

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Jungkook se hizo paso entre los paparazzi que llenaban el aeropuerto. Su rostro iba cubierto con una mascarilla y llevaba un sombrero de pescador, evitando así que las cámaras pudieran captar toda la tristeza y dolor que inundaba su ser.

Cuando subió al gran vehículo negro de la empresa, los tres chicos le dieron una mirada desaprobatoria. Chanyeon y Jeongyu intentaban disimularlo, pero Soobin, en el asiento más alejado, lo asesinaba con la mirada y Jungkook no podía hacer más que suplicar silenciosamente que no lo juzgara, que todo lo que los medios decían no era la verdad de los hechos...

Pero cómo iba a ser entendido si las fotos estaban ahí, al aire y en completo HD. Era su cara pegada a la del castaño que creía su amigo, eran sus manos las que rodeaban aquella cintura y era la ropa que él había usado en la ceremonia. ¿Cómo podía siquiera justificarse?

Sacó su teléfono con nervios e intentó una vez más llamar a Jimin; sin embargo, quien lo recibió nuevamente fue el buzón de voz.

— No sé ni siquiera por qué te sorprende que no te conteste —bramó Soobin— ¿Acaso esperas que te espere en casa con los brazos abiertos?

Por supuesto que no. Jungkook sabía que su novio debía estar destrozado y enojado, podía sentirlo en el pecho, y que él fuera el causante de su sufrimiento lo hacía sentir más miserable. Aún así, había una explicación y el mayor tenía la esperanza de que si le prestaban un poco de atención y lo escuchaban, los demás podrían entenderlo.

— No es lo que parece.

— ¡Vete a la mierda, Jungkook! —Chanyeon golpeó el hombro del menor del grupo y suspiró.

— Basta, ustedes dos... 

El auto se detuvo frente a la casa de los Jeon y los hermanos bajaron sin despedirse, corriendo hacia el interior de la vivienda solo para encontrarse con algo que no se habían imaginado.

Los juguetes de Miel estaban dispersados por el suelo del salón y Taehyung estaba recogiendo cada uno de ellos a pesar de las constantes súplicas del señor Jisung. Yoongi, quien milagrosamente había salido de su habitación, bajaba un par de maletas del segundo piso y las acomodaba en su auto.

Antes de que Jungkook pudiera reaccionar, el pelicafé al notar su presencia se dio vuelta y lo abofeteó, dejando la mejilla de la pareja de su mejor amigo de un color rojizo.

— Eres un desgraciado, ¿Lo sabías? —le susurró con mucho enojo. Los otros tres hombres se quedaron en silencio, pero al menos Yoongi fue cuerdo y jaló a Taehyung para evitar que lanzara otro golpe.

Jungkook tragó saliva.

— ¿Qué... qué estás haciendo?

— Recojo los juguetes de Miel —respondió Tae al mismo tiempo que metía la última pelotita en la bolsa y caminaba con decisión para subirse al auto de Yoongi.

— Pero... Pero, ¿Por qué? —Jungkook lo tomó del brazo— ¿A dónde te llevas todas esas cosas? ¿Dónde está Jimin? ¿Y mi hijo? —Taehyung lo fulminó y el pelinegro sabía que lo que diría a continuación le caería como agua helada, pero se negaba a creer que Jimin había hecho lo que suponía. Jimin jamás sería capaz de alejarlo de Miel. 

— Jimin se fue, idiota. Y se llevó a Miel porque él no lo iba a abandonar... —las palabras golpearon fuertemente el corazón de Jungkook, dejándolo paralizado— Tu madre ha tratado de convencerlo, pero lo que has hecho no tiene justificación. ¿Desde cuándo engañas a mi amigo, eh? Después de todo lo que te quiso...

— ¡QUE NO LO ENGAÑÉ, JODER! —gritó el chico, dejando que las lágrimas resbalaran por sus mejillas mientras negaba con su cabeza— ¡No es verdad lo que están diciendo!

— ¿Entonces no lo besaste? —Soobin rodó los ojos.

— Si... Yo lo besé, pero... ¡Carajo! —Tiró de su oscura cabellera y cuando vio que Tae seguía con su camino, volvió a detenerlo— Taehyung, por favor, necesito hablar con él. Tengo que explicarle, dime dónde está, por favor...

— Púdrete —el de piel canela se soltó del agarre de un tirón y corrió hasta meterse en el auto. Yoongi negó lentamente antes de acompañar al menor, subirse en el asiento del conductor y arrancar el vehículo.

Jungkook pensó en seguirlos y corrió hasta su habitación, que estaba revoloteada por todos lados, y buscó sus llaves. Sin embargo, cuando pensaba bajar la escalera, Soobin le dio un empujón y lo dejó sentado en estas.

— Ya hiciste suficiente, Jungkook. Mejor quédate y llora hasta que él te diga algo con respecto a mi sobrino, porque si la cagas y terminas haciendo que Jimin nunca vuelva a hablar con nosotros y no nos permita ver a Miel... nadie aquí te lo va a perdonar.

— No puede hacer eso —balbuceó Jungkook, sintiendo la primera fase del enojo en su cuerpo. Sí, había actuado mal, pero Jimin también lo hizo al irse con su hijo sin siquiera una explicación. Jungkook tenía tanto derecho al ser su segundo padre. — También es mío.

Soobin lo miró perplejo. ¿En serio su hermano tenía las agallas de enfadarse? Le parecía ridículo y eso solo hizo que el impulso por golpearlo aumentara.

— ¿Qué es lo que aún no entiendes, idiota? —Le gritó— No habrán estado casados, pero la infidelidad sigue siendo un enorme problema si hablamos de hijos, ¡¿Acaso eres estúpido?! Tienes todas las de perder...

El mayor chasqueó la lengua, tratando de recordar lo que había hecho y dicho. Sollozó bajo la furiosa mirada de Soobin y luego regresó a mortificarse en su habitación.

Todavía olía a Jimin y su perfume de chocolate, a la crema de bebé que usaba Miel... El mural con la araña detrás de la cabecera lo recriminaba y Jungkook no pudo hacer más que llorar y llorar por los días que siguieron. Rechazó llamadas de su manager y Kang Myong, casi no se duchó e incluso rompió el televisor de su habitación cuando pasaron la entrevista que le habían hecho a Kim Seokjin. 

La señora Ryu estaba asustada al ver el estado de su hijo, pero tampoco intentó nada porque, aunque lo amara con todo su corazón, merecía sentirse así y aprender de sus errores. Su crianza tradicional no le permitía aceptar que Jungkook hubiera traicionado a su pareja y que este lo perdonara como si nada. Sabía que hablarían en algún momento, pero quien tendría que dar el primer paso sería Jimin, solamente él. 

Cuando la ansiada llamada llegó, dos semanas después, Jungkook sintió una pizca de esperanza. Trató de calmarse y organizar sus palabras; no obstante, al escuchar la voz seca del chico que amaba, su corazón volvió a romperse.

— Jungkook —soltó Jimin con frialdad— Tenemos que hablar sobre Miel. 

Y supo que lo había perdido. 

La Forma En La Que Te Amo (KookMin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora