›[No te voy a comer... aún]‹

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Residencia Williams, Oahu—








"¿Qué estás haciendo? ¿Qué estás haciendo? ¿Qué estás haciendo?" Se repetía sin parar.

Sus piernas seguían avanzando con el cerebro repitiéndole que diera media vuelta y huyera, pero su corazón le decía que tenía que hacerlo.

Aminoró sus pasos cuando ya estaba cerca de la mansión Williams solo para asegurarse que nadie lo hubiera seguido. Su capacidad para mentir era débil, y dudaba mucho que su jefe se hubiera creído que su hermana se había agravado y que necesitaba quedarse en caso de que las cosas empeoraran.

Pero para su suerte, no había nadie en las calles que lo viera. Así que presionó el intercomunicador, y sin dejar que hablara, el portón se abrió. Nadie lo recibió al cruzar la entrada así que se guió solo a la sala sin encontrar un alma.

—McGarrett. —La voz del asiático lo hizo girar. Era el mismo que estaba con el rubio el día anterior—. Él te espera.

Con su mano, le señaló el pasillo con una entrada a la derecha. Al entrar, fue golpeado por una nube de vapor caliente que le nubló la vista. Luego de enfocar sus ojos, se encontró un enorme jacuzzi circular dentro de un cuarto de la misma forma con la mitad de la pared hecha de cristal que daba vista a una piscina rodeada de plantas y flores.

—Hola, querido —lo llamó el rubio desde el final del jacuzzi—. Creí que no vendrías.

—Un trato es un trato, Williams.

—Ay, pero no seas tan crudo al hablarme, animal. ¿Por qué no entras?

Steve se quedó quieto en la entrada unos segundos antes de avanzar y comenzar a quitarse la camisa. Al momento de quitarse los pantalones, se dejó los calzoncillos y se adentró a la tibia agua. Llegó hasta el rubio dejando una sana distancia entre ambos.

—¿Qué pasa, McGarrett? No te voy a comer... aún. —Sonrió coqueto dándole un trago a su copa de vino y luego dejándola en la orilla del jacuzzi de nuevo.

Steve no sabía qué hacer para deshacer la alta incomodidad que sentía así que no le quedó de otra más que mantenerse callado.

—¿Qué tal el trabajo? —Preguntó Williams acercándose un poco más al moreno.

—Bien.

—¿Bien? ¿Solo eso? —Steve pasó saliva sin mirarlo—. Oh, entiendo. Lo que necesitas es relajarte.

El rubio terminó cortando la distancia para juguetear con el lóbulo de la oreja de Steve. Este se quedó estático sin saber cómo reaccionar mientras el otro deslizaba sus labios hacia su cuello y paseaba sus manos por su trabajado torso hasta bajar a su virilidad que rozó levemente sobresaltándolo.

—Tranquilo, cariño —le susurró al oído—. No muerdo.

Danny lo tomó del rostro y lo besó enredando su lengua con la de Steve, que no sabía qué hacer más que quedarse quieto. A pesar de que odiaba lo que estaba haciendo, su cuerpo no parecía entender lo que su mente pensaba pues estaba respondiendo a los toques que el rubio le daba sobre su ropa interior, y se puso peor cuando metió su mano y lo tomó directamente.

—¡Espera...!

—Shh. Relájate.

Movía su mano de arriba hacia abajo en un vaivén lento, frotando la punta y volviendo al mismo vaivén mientras volvía a devorar el cuello contrario. Steve gruñía en vez de jadear por los movimientos del rubio. Se odiaba por responder a sus toqueteos.

Danny cambió de posición y ya no estaba a su lado sino encima frotando sus miembros uno contra el otro obligándolo a Steve a jadear instintivamente al sentir la otra piel, pero volvió a apretar los ojos y los dientes para evitar hacerlo de nuevo.

El Trato - Fanfic McDannoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora