Capítulo 48

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Cuando todo el mundo empezó a salir del Gran Comedor, el número de personas que intentaban echar un vistazo a Harry Potter aumentó, al igual que el número de personas que hacían comentarios sarcásticos sobre su cordura. Lo único que le salvaba era que la Casa Hufflepuff guardaba silencio sobre el asunto; sabían que él y Cedric habían sido amigos y (con suerte) sabían que él no habría mentido sobre la muerte del chico mayor para llamar la atención. 

-Vamos, Harry. Conozco la contraseña, salgamos de aquí-, le instó Neville, dándole un suave codazo. -No les hagas caso. Es sólo porque somos nuevos de vuelta - una vez que se acomoden y recuerden que les gustas y que el Profeta es un montón de mierda, todo irá bien-.

Harry deseaba tener el optimismo de Neville, pero no era ajeno a que el colegio en general lo odiara. Sólo esperaba tener suficientes amigos repartidos por las casas para evitar que las cosas se pusieran demasiado feas... y esperaba que, independientemente de lo que pensaran de él y de Voldemort, los alumnos se sintieran ofendidos por el mero concepto de que el Ministerio se inmiscuyera en el colegio. 

Ginny apareció a su lado justo cuando llegaron a las puertas, y tenía el ceño fruncido. -¿Has oído lo que ha dicho esa mujer Umbridge?-, siseó enfadada, pero Harry la cortó con una mirada afilada.

-Aquí no-, advirtió en voz baja, dándole un golpecito en la oreja y luego mirando a la multitud que los rodeaba, esperando que ella se diera cuenta; había demasiada gente escuchando.

Los hombros de ella se tensaron, luego asintió bruscamente y permanecieron en silencio durante el resto de la caminata hasta la Torre Gryffindor. Neville dio la contraseña -(explicando encantado que era el nombre de una especie de planta rara que le habían regalado para su cumpleaños, así que estaba seguro de recordarla)- y Harry no pudo evitar que su corazón se aliviara al ver la sala común de Gryffindor. Su primer hogar de verdad.

No había llegado mucha gente hasta el momento; los tres se habían escabullido entre la multitud y habían tomado algunos atajos, sin querer que les miraran con cara de circunstancias. -Podemos hablar bien de las cosas el fin de semana-, dijo Harry, manteniendo la voz baja mientras miraba a Ginny. -Lo mejor es que nos limitemos a observar por ahora-.

Ella no parecía contenta, pero asintió igualmente. -Me voy a la cama, entonces. Buenas noches, chicos-. Al parecer, sin pensarlo, se inclinó sobre las puntas de los pies y le dio a Neville un beso en la mejilla. Cuando se retiró, ambos estaban sonrojados furiosamente, y Ginny desapareció con un chillido, prácticamente corriendo hacia su dormitorio. Harry la vio irse y luego volvió a mirar a su aturdida amigo. 

-Ha sido un día demasiado largo para entrar en eso-, decidió, sacudiendo la cabeza y arrastrando a Neville hacia las escaleras que llevaban a los dormitorios de los chicos. 

-Es... complicado-, coincidió Neville, sonando melancólico.

Fuera lo que fuera, Harry esperaba que se solucionara este año. Por fin se había librado de la saga de Ron y Hermione; no necesitaba ser partícipe de otro desastre romántico.

Mientras se ponía el pijama en el dormitorio, Harry deseaba poder hablar con Sirius. Tendría que llevarle el segundo espejo a Snape lo antes posible, para que se lo pasara a su padrino. 

Dean y Seamus entraron justo cuando Harry se ponía la camisa, y guardaron un abrupto silencio al verlo. Harry les ofreció una sonrisa tensa. 

-Muy bien, Harry-, saludó Dean, algo incómodo. -¿Qué tal el verano?-.

-Oh, ya sabes-, respondió Harry con evasivas, encogiéndose de hombros: esa era una lata de gusanos en la que no quería entrar en absoluto. -¿El tuyo?-.

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