Capítulo 92

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Incluso después de unos pocos días de vacaciones de Navidad, Harry sabía que iba a ser muy duro marcharse cuando llegara el momento de volver a Hogwarts.

Sin embargo, estaba decidido a aprovecharlo al máximo, y su familia estaba feliz de complacerlo, volviendo a su rutina de verano de pasar el tiempo después de la cena todos juntos en la sala de estar principal, jugando al ajedrez o al Bluff o simplemente sentándose juntos y leyendo.

Durante el día, sin embargo, la mayoría de los ocupantes de la casa seguían teniendo algún tipo de trabajo, por lo que a menudo Harry y Draco se quedaban solos. Eso les convenía perfectamente, ya que el hecho de saber que saldrían al colegio cuando volvieran no hacía suponer a ninguno de los dos que les resultaría más fácil pasar tiempo juntos en privado.

Pero no todo el tiempo lo pasaban siendo adolescentes hormonales. Sólo una parte. El resto lo pasaban volando, o estudiando, o haciendo alguna travesura.

O, como ahora, trabajando en la forma animagus de Draco. El rubio estaba muy cerca, y estaba decidido a conseguir la transformación antes de que volvieran en enero. Cada minuto libre lo pasaba en la habitación de Harry con los ojos cerrados, meditando todo lo que podía en busca de esa forma lechuza.

A Harry no le importaba; estaba ansioso por ver a Draco transformarse también. Y mientras tanto, pudo ser un idiota empalagoso y mirar fijamente a su novio durante mucho tiempo mientras éste estaba demasiado ocupado concentrándose para darse cuenta.

Por lo general, a Draco ni siquiera le importaba demasiado cuando Harry se aburría de sólo mirar e interrumpía dicha concentración. Siempre y cuando esperara lo suficiente para que Draco hiciera un intento decente.

Sin embargo, esta vez no llevaba mucho tiempo meditando. Harry se entretenía levitando sin rumbo objetos cada vez más pesados para intentar encontrar sus límites se preguntaba si levitar la cama en la que estaba sentado rompería la concentración de Draco, cuando de repente el cuerpo del chico se desdibujó.

Lo siguiente que supo fue que había una lechuza nevada sentada en su cama.

-¡Draco!- Harry se puso en pie de un salto, el escritorio traqueteó al caer al suelo bruscamente. La lechuza ululó. -¡Lo lograste!- Sonrió a su novio con forma de lechuza, lanzándose sobre la cama para verlo más de cerca. -Oh, eres precioso, mírate-.

Draco se acicaló, dejando que Harry le acariciara suavemente las plumas. Era más grande que Hedwig, con unas garras perversamente afiladas, y Harry sonrió. -Un caos, en efecto-, dijo, ganándose una ligera mirada de la lechuza. Draco acabaría aceptando el apodo; insistía en que, de los dos, Harry causaba más caos. Lo cual, no estaba del todo equivocado, pero ya era demasiado tarde para eso.

Extendió las alas, como si quisiera mostrar su impresionante envergadura, y dio un par de saltos inseguros. -¿Quieres probar a volar?- presumió Harry, y Draco movió la cabeza. -Hace mucho viento afuera, amor. ¿Tal vez esperar a un día más tranquilo?- No quería que Draco se hiciera daño. -Practica cómo entrar y salir de la forma primero. Asegúrate de que puedes volver a transformarte-.

Los ojos de la lechuza se entrecerraron en una mirada, pero al cabo de unos instantes Draco volvió a ser humano, arrodillado sobre el colchón. Harry no perdió tiempo en abalanzarse sobre él, inmovilizándolo y besándolo. -¡Estoy tan orgulloso de ti!-, se entusiasmó, viendo cómo Draco le sonreía.

-Es tan raro, ser un pájaro-, dijo, con un tono entre perturbado y reverente. -Debería enseñarle a mamá. Y al tío Sev-.

-En un minuto-, asintió Harry, repartiendo más besos por la mandíbula del Slytherin. -Todavía no he terminado de estar orgulloso de ti-.

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