Capítulo 90

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Durante todo el martes, Harry deseó poder encontrar una oportunidad para contarle a Draco los acontecimientos de la noche anterior. Confiaba en que Snape haría llegar la noticia a la multitud de Seren Du, a Bill y a su equipo que investigaba el asunto. Draco era la única otra persona en el colegio que sabía de horrocruxes -(excepto Salazar, por supuesto)-. Pero el retrato del fundador ya había admitido que no conocía una forma de rastrear los horrocruxes existentes, y probablemente estaría de acuerdo con la sensata lógica de Snape sobre las siete piezas de alma.

Simplemente parecía demasiado fácil. Demasiado ordenado, la forma en que Harry había encontrado todos los horrocruxes... y Dumbledore había encontrado el que a él le habría costado cazar. Tal vez fuera un signo de la arrogancia de Voldemort, tener escondites tan obvios para sus preciados tesoros. Desde luego, no había dado muestras de sensatez al darle uno a Lucius Malfoy para que lo mantuviera a salvo.

¿Realmente podía estar tan cerca de acabar con todo para siempre?.

Intentó apartar el tema de su mente, especialmente cuando Dumbledore estaba cerca. No podía arriesgarse a que el director captara ni el más mínimo fragmento de un pensamiento extraviado suyo, no sobre eso. Y Dumbledore era cada vez menos discreto en cuanto a su aversión por Harry.

Y no sólo tenía problemas con Harry. Tanto si creía en la idea de Hermione de que Harry y los demás herederos del Wizengamot estaban planeando las siguientes etapas de la supremacía de los sangre pura dentro del Ministerio, como si simplemente no le gustaba la idea de que pronto ese grupo de adolescentes tuviera más poder político del que él podía soñar, estaba empezando a ponerse tenso con el resto de los herederos hasta el punto de que incluso los demás alumnos habían empezado a darse cuenta.

Por supuesto, no era nada drástico, nada que pudiera llevar a la gente a pensar que el estimado Albus Dumbledore estaba intimidando a un grupo de escolares. Pero los miraba fijamente a la hora de la comida, frunciendo el ceño; les quitaba puntos por razones ridículas y los regañaba sin razón alguna.

El molino de rumores funcionaba furiosamente con cada nuevo incidente, y Harry estaba encantado de echar más leña al fuego.

-Deberías empezar a difundir que intentó castigarme sólo para obligarme a pasar tiempo con él-, sugirió Harry a Parvati en su reunión de herederos de esa tarde. La chica de Gryffindor levantó una ceja.

-¿Cuándo hizo eso?-.

-Oh, no lo hizo-, respondió Harry, encogiéndose de hombros. -Pero suena como algo que él haría, ¿no?-.

Parvati soltó una risita. Al lado de Harry, Draco puso los ojos en blanco. -Añade demasiados rumores falsos y te saldrá el tiro por la culata-, advirtió, pero Harry no se molestó.

-El resto son todos reales-. El tema actual de los cotilleos en el colegio era Dumbledore intentando acorralar a Sully para preguntarle por sus padres... y equivocándose constantemente de género en el proceso. Era una jugada tonta por parte de Dumbledore los que sabían la verdad de las lealtades de los Fawley sabrían que Dumbledore estaba metiendo las narices y se callarían, mientras que los que pensaban que los Fawley todavía eran ligeros pensarían que Dumbledore se estaba volviendo demasiado paranoico en su vejez.

Junto con la cantidad de rumores que giraban en torno a la mano marchita de Dumbledore, había un consenso cada vez mayor de que el director estaba finalmente perdiendo la cabeza.

Harry no podía estar más contento.

-¿Ya has pensado en una excusa para librarte de la fiesta de Navidad de Slughorn?- preguntó Blaise, dirigiendo una mirada divertida a Harry, que parpadeó.

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