Capítulo 97

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Draco se abalanzó, presionando sus labios contra los de Harry, forzando su lengua en la ansiosa boca del Gryffindor. -¿Te gané, entonces, en esta fantasía tuya?-, respiró, con las manos deslizándose por debajo del jersey de Harry, patinando por sus abdominales. -Slytherin ganó a Gryffindor-.

-Lo hiciste-, ronroneó Harry, aspirando un fuerte aliento mientras los dedos le pellizcaban el pezón. -Significa que te mereces una recompensa-. Se abalanzó sobre Draco, y ambos gimieron. Los pantalones de quidditch de Harry, muy ajustados, no ocultaban en absoluto el prominente bulto que los apretaba, y cuando Draco dejó caer una mano para apretarle el culo, frunció el ceño, encontrando algo duro en el bolsillo trasero de Harry. Metió la mano, con las pupilas dilatadas cuando sacó un frasco de lubricante.

-Oh-. Se le cortó la respiración. -¿Ese tipo de recompensa, eh?-.

-Cualquier tipo de recompensa que te guste-, prometió Harry, con la excitación encendida en su vientre ante la mirada calculadora que cruzó el rostro de Draco.

-Quítate el equipo, Potter-, le ordenó, tirando del jersey de Harry. -Tu culo se ve bien en esos pantalones, pero se verá aún mejor doblado sobre estos bancos para mí-.

La cabeza de Harry giró con la fuerza del flujo de sangre hacia su polla al oír esas palabras. -Joder, sí-, jadeó, inclinándose hacia atrás mientras los dedos de Draco empezaban a trabajar en los botones de sus pantalones.

Esto era definitivamente mejor que cualquier fiesta que se estuviera celebrando en la sala común de Slytherin.

Siempre había una persona que se avergonzaba en el Gran Comedor el día de San Valentín con un despliegue exagerado, y Harry estaba bastante contento de que fuera él este año.

-Tú vales mucho más que las rosas, cariño-, murmuró Draco, con un susurro de beso rozando sus labios. -Pero son un buen comienzo-.

Harry se sonrojó, manteniéndose quieto mientras los hábiles dedos de Draco cogían una rosa dorada del ramo, la cortaban y la prendían en el pecho de Harry para que hiciera juego. Tenuemente, Harry creyó oír a varias personas suspirar soñadoramente.

-¿Necesito recordarles a todos?-, interrumpió la voz exasperada de McGonagall, -que, de hecho, sigue siendo un día de clases. La clase comienza en cinco minutos-.

Eso rompió el hechizo, y todos se apresuraron a salir del vestíbulo. Harry se puso en pie, mirando con nostalgia sus flores. No había manera de que pudiera llevarlas todo el día.

-Las llevaré a Gryffindor por ti, Harry-, aseguró Neville. -Ubíquense. Ustedes dos vayan a Runas-.

Si había alguien en quien podía confiar para cuidar bien de sus rosas, ese era Neville, y Harry sonrió al rubio. -Gracias, Nev-. Se volvió hacia Draco, entrelazando sus dedos. -¿Vamos?-.

Salieron del vestíbulo, cogidos de la mano, sin importarles las miradas que los seguían.

Salieron del vestíbulo, cogidos de la mano, sin importarles las miradas que los seguían

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