Capítulo 81

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El Profeta de la mañana a menudo hacía que los ocupantes de Seren Du se llenaran de rabia, pero este consiguió que Sirius jurara antes de abrir una sola página.

La historia de la portada cubría cómo un transporte de prisioneros a Azkaban había sido "atacado" y los prisioneros -(todos mortífagos convictos)- se habían liberado. Milagrosamente, los dos aurores implicados estaban completamente ilesos.

-Scrimgeour va a ser la muerte de todos nosotros, ese tonto incompetente-, murmuró Snape, mirando con odio el periódico. Harry lo cogió, queriendo leer lo mal que lo había hecho el Ministerio esta vez. Su nuevo ministro estaba mucho más centrado en aparentar que hacía algo de cara al exterior que en ocuparse de los muchos problemas que había dentro del propio Ministerio, así que cosas como ésta sólo seguirían ocurriendo.

-Al menos han admitido por fin que no tienen control sobre los dementores-, señaló Harry, señalando una sección en la tercera página que era una respuesta a todas las peticiones de castigos más duros, para que todos los mortífagos confirmados fueran besados inmediatamente. Era sólo una pequeña admisión, escondida en un párrafo mucho más amplio sobre cómo el Beso era demasiado drástico citando a Sirius como ejemplo de cómo eso podía salir mal, como si hubiera tenido siquiera un juicio la primera vez. Pero ahí estaba; la prisión de Azkaban ya no sirve de hogar para los dementores, y su uso para vigilar a los prisioneros ha dejado de ser un protocolo del Ministerio. Como si hubieran decidido no hacerlo, en lugar de que todos los dementores se fueran a unir a Voldemort.

-Bueno, han tenido que hacerlo, después de todos los ataques en el norte-, razonó Remus. -Prefieren admitir que han perdido a los dementores que fingir que no lo han hecho y asumir la responsabilidad de todo ese pueblo que fue besado-.

Harry se estremeció al recordarlo; había sido un ataque realmente horrible de leer.

No era la primera vez que Harry se preguntaba si quedaría algo de la Gran Bretaña mágica cuando él cumpliera diecisiete años. Ya habían pasado tantas cosas en el tiempo en que Voldemort había salido a la luz... y si no podía permitirse esperar.

-Sé lo que estás pensando, y deja de hacerlo-, murmuró Draco, golpeando su rodilla contra la de Harry. -No eres responsable de nada de esto-.

-Pero sé cómo detenerlo...-

-También lo sabe Dumbledore, y seguro que no se está dando prisa con ello. Además, todavía hay potencialmente tres horrocruxes más que no conocemos-. Draco lo besó, dirigiéndole una mirada mordaz. -Deja de castigarte por esto-.

Harry resopló. -Deja de tener razón todo el tiempo-.

Una sonrisa arrogante cruzó los labios de Draco. -No lo hagas-, respondió, volviendo a su desayuno, ambos ignorando las divertidas miradas de los adultos.

Tenían que volver a practicar la aparición con Sirius, que por suerte parecía estar de mucho mejor humor que el día anterior. Así que, después de desayunar, los tres salieron a su lugar habitual en el bosque; tanto Harry como Draco habían conseguido aparecerse al menos una vez, con los círculos tan juntos, y hoy Sirius iba a separarlos un poco más. Harry sólo esperaba que su padrino tuviera razón al decir que sería más fácil después de la primera vez.

 Harry sólo esperaba que su padrino tuviera razón al decir que sería más fácil después de la primera vez

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