Capítulo 85

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A nadie en Seren Du le hacía especial ilusión hacer el viaje a King's Cross a la mañana siguiente. Snape se marchó antes que nadie, ya que se dirigiría directamente al castillo; dejó caer el Profeta con disgusto y salió de la cocina a paso de tortuga, Remus le seguía los talones, y cuando el hombre lobo regresó diez minutos más tarde el maestro de Pociones no lo acompañó.

Harry no culpó a Snape de estar demasiado enfadado para seguir leyendo el periódico; él mismo estuvo a punto de prenderle fuego accidentalmente. La primera página, naturalmente, declaraba que el ministro Scrimgeour había muerto. Sin embargo, también hablaba de la toma de posesión de Voldemort en el Ministerio como si se tratara de un simple cambio de personal; estaba claro que los mortífagos también tenían el control del periódico.

Se acabó cualquier tipo de noticia nacional de renombre, aunque el Profeta, para empezar, apenas era de renombre.

Con poca información, Harry esperaba que los aurores vinieran a buscarlo al andén 9&3/4, para arrastrarlo pataleando y gritando hasta el mismísimo Voldemort con alguna orden de arresto de mierda. Por el contrario, el andén estaba tranquilo, mucho más tranquilo de lo que debería. Parecía que había un buen número de alumnos que habían optado por no volver... o, según comprendió Harry con enfermiza claridad, que no habían sobrevivido al verano.

Sólo Sirius y Narcissa llegaron con ellos al andén, Remus y Charlie se despidieron en la casa. Los dos chicos cosecharon algunas miradas al llegar juntos, pero Harry las ignoró; la gente pronto descubriría que él y Draco habían sido amigos todo el tiempo.

-Cuídate-, murmuró Sirius, tirando de Harry en un fuerte abrazo. Harry le devolvió el abrazo, deseando desesperadamente que la primera vez que Sirius lo despidiera del colegio fuera en mejores circunstancias.

El año que viene.

-Tú también-, respondió Harry, lanzando una mirada de advertencia a su padrino. -Mantenme informado de cualquier cosa importante-.

-Lo haré, chico-. Sirius lo soltó de mala gana, dándole un beso en la frente. -Te quiero-.

-Yo también te quiero-.

Harry dejó que Narcissa le diera un beso en la mejilla, la matriarca de los Malfoy le advirtió que tuviera cuidado y cuidara bien a su hijo. Eso le valió una pequeña sonrisa y un asentimiento sincero.

Harry vio que se acercaba un grupo de pelirrojos, mucho más pequeño de lo habitual, sólo la señora Weasley, Ron y Ginny, con Hermione caminando junto a ellos. Harry se preguntó cómo se estaría tomando el señor Weasley toda la situación del Ministerio. Al menos, gracias a Bill, sabían que había salido ileso.

La señora Weasley los divisó y envió una mirada a Sirius, y el animago canino puso los ojos en blanco. -Creo que vamos a ponernos en marcha. Llámame pronto-, añadió a Harry, apretando el hombro de Draco. -Nos vemos los dos en Yule, si no antes-.

Los dos chicos se dirigieron a buscar un compartimento, y Harry sonrió cuando encontraron a Luna, Daphne y Blaise esperándolos en su lugar habitual. -Buenos días, caballeros-, dijo Blaise a modo de saludo. -Por fin vamos en público, ¿verdad?-.

-Sólo como amigos-, explicó Harry, subiendo su baúl al estante. Daphne resopló.

-Por ahora, al menos-, comentó. Harry no tuvo ganas de discutir; ella no estaba equivocada.

No tuvieron que esperar mucho para que Ginny y Neville los encontraran, Ginny dejó escapar un exagerado suspiro de alivio mientras se dejaba caer en un asiento. -Gracias a Merlín por fin puedo pasar varios meses con gente que no es Ron-, anunció, haciendo reír a Harry.

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