Capítulo 11

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Pomfrey les dio el alta a los tres en el ala del hospital después de la comida del día siguiente, y Harry casi había olvidado que el mundo seguía funcionando sin ellos. El castillo estaba casi totalmente desierto, todo el mundo aprovechaba el glorioso clima y la falta de exámenes y la última visita a Hogsmeade antes del fin del curso escolar. Nadie tenía idea de lo que había pasado en la noche, de lo cerca que había estado un inocente de perder la vida.

Eso era lo que tenía Hogwarts. Nunca dejaba de recordarte que el universo no giraba a tu alrededor.

Todo el mundo sabía, por supuesto, que Sirius Black había sido capturado y había vuelto a escapar. La fábrica de rumores de Hogwarts era una criatura en sí misma. Pero nadie sabía la verdad.

Ninguno de los tres tenía ganas de ir a Hogsmeade después de todo lo que había pasado. La pierna de Ron, a pesar de haber sido curada por Madam Pomfrey, seguía dolorida y rígida, y en privado Harry pensaba que el pelirrojo estaba conmocionado por saber que su rata mascota había sido un hombre adulto todo el tiempo. Hermione, por otro lado, parecía estar sintiendo por fin los efectos de su sobrecargada agenda; se había ido a la cama, diciéndoles a los chicos que no la despertaran aunque se durmiera durante la cena.

Eso dejó a Harry solo, vagando por los terrenos bajo la brillante luz del sol, encontrándose en la orilla del lago. Apenas podía asimilarlo todo: había realizado un verdadero encantamiento patronus, allí mismo, y había salvado la vida de Sirius y la suya propia. Hermione había estado viajando en el tiempo durante todo el maldito año escolar. Era una locura.

-¿Estás bien, Harry?- Era Neville, con las mangas de la camisa arremangadas hasta los codos y la suciedad manchada en la frente. -Tú y Ron no estaban en los dormitorios anoche. Yo... ¿qué pasó? ¿Estás bien?-.

-Sí, es... una larga historia-, descartó Harry con un movimiento de cabeza. -¿En qué andas?-.

-He estado ayudando a la profesora Sprout a preparar los invernaderos para el verano-, explicó Neville. -Con todos los estudiantes fuera, los cuidará ella sola, y algunas de las plantas necesitan ser trasladadas primero. Sólo he venido a tomar un poco de aire fresco-. Neville se sentó en la arena junto a Harry, golpeando brevemente el hombro del chico más pequeño con el suyo. -¿Estás listo para irte?-.

-Nunca lo estoy-, respondió Harry con ironía. Neville sabía que no le gustaban sus parientes muggles, y le dedicó a Harry una mueca de simpatía.

-Tal vez podrías venir a visitarnos a mí y a la abuela un rato-, sugirió. -Dumbledore no puede tenerte encerrado con los muggles para siempre, ¿verdad?-.

Harry quiso señalar que el director podía y definitivamente lo haría si creía que eso ayudaría a sus planes, pero se quedó callado. -Sí, tal vez-. Estaría bien ir a casa de Neville. Su abuela podría ayudar a Harry a aprender sobre el Wizengamot, y qué hacer con Dumbledore.

-Me pregunto cómo será nuestro profesor de Defensa el próximo año-, reflexionó Neville, clavando los dedos en la arena. -Es una pena lo del profesor Lupin. Quiero decir, si ha llegado hasta aquí sin comerse a nadie, está claro que no puede ser tan malo-.

-¿Qué?- Harry lo miró alarmado. Neville ladeó la cabeza.

-¿No te has enterado? El profesor Lupin es un hombre lobo, Harry. Al parecer, Snape se lo dijo a todos los Slytherins esta mañana. Todos en la escuela ya lo saben. Ha dimitido, según he oído. Hoy está recogiendo sus cosas-.

Harry se quedó helado. No, Snape no... no podía. ¿Lupin se iba?.

Se puso en pie. -Tengo que ir-. Neville gritó tras él, pero Harry ya estaba corriendo hacia el castillo. No podía dejar que Lupin se fuera, no todavía.

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