Es hora

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-¡Ryan!- mi grito rompe el silencio de la noche.-¡Ryan es hora!
Eso consigue despertarlo del todo.
-¿Es hora? ¡Mierda!- sale disparado a la habitación de alado por la maleta previamente preparada (sugerencia de Noah) y en menos de lo que canta un gallo esta abajo encendiendo el coche, sale del estacionamiento y oigo el motor del coche al salir disparado por la calle, luego, lo chillidos de los neumáticos al frenar y dar la vuelta.
Después de unos segundos oigo los pasos apresurados de Ryan.
-¡Mierda!-grita mientras sube a toda prisa las escaleras.
Salgo al pasillo y lo encuentro encorvado sobre sus rodillas recuperando el aliento. -Lo siento nena, me olvide de ti.

-Uhum-es todo lo que digo porque este dolor esta jodidamente matándome. Ryan me rodea con un brazo y me ayuda a bajar hasta el auto.
Salimos a toda prisa hacia el hospital.

🐣🐣🐣🐣🐣

-¿Necesitas algo, nena?-pregunto por tercera vez en cinco minutos.
-¿Noah?-exclama con un gruñido.
-En camino. Resiste, bebé. Pronto acabará.
Me dispara dagas
los ojos.-Nunca tendremos sexo de nuevo.
-Te lo prometo.-acuerdo, aunque espero que no sea cierto, estas semanas de sequía me están volviendo loco.
Steph agarra mi mano y lucho contra el instinto de jalarla de regreso porque juro que podría arrancármela.
-Resiste, frijolito.- le habla al bebé.

Mierda.
En menos de veinticuatro horas seré padre.
Mierda.
Steph será madre.
Doble mierda.
No estoy listo. Aún no.

-¿Tus padres?-escucho preguntar a Steph.
-En camino.

Asiente y vuelve a respirar profundo.

-¿Estas lista para tu inyección?-entra una enfermera a la habitación con una jeringa en su mano derecha y una toalla en la izquierda. Me tiende la toalla y gira a Steph sobre su espalda, cuenta en su columna y luego limpia el área con un algodón. Steph ni siquiera reaccionó cuando el líquido en la jeringa entro a su cuerpo.

-No podemos esperar más.-dice la enfermera y Steph se relaja un poco en la cama, extiende una mano hacia mi. La tomo.
-De acuerdo.-dice mientras me mira y me da una sonrisa tranquilizadora lo cual es ridículo porque yo soy el que tendría que calmarla a ella y no al revés.

-Somos nosotros contra el mundo, bebé. Podemos hacerlo. Puedes hacerlo.-le beso la mano.
Asiente y me sonríe.-Tenemos esto.

El doctor entra poniéndose unos guantes de látex y un ejercito de enfermeras siguiéndolo.

Han pasado dos horas desde que Steph empezó con el trabajo de parto y las lágrimas corriendo por sus mejillas debido al esfuerzo.

-¡No puedo, ya no puedo!-dijo, dejando ir mi mano.-¡Duele!

El médico me da una mirada.-Tal vez debamos recurrir a la cesárea.

Steph no quiere eso, me lo dijo.

-Inténtalo una vez más, nena. Por favor.

Asiente y recupera mi mano.

Empuja con esfuerzo dos veces más antes de que por fin un llanto se le una al grito de Steph.

Una enfermera le muestra un bulto rosado con una mancha negra en la parte superior de su cuerpo que está cubierto de sangre a Steph, que llora, pero son lagrimas buenas, de felicidad.
Es nuestro bebé.
La enfermera se lo lleva y regresa con un perfecto bebé envuelto en una cobijita rosa.
Es una niña.
Es.
Una.
Niña.

Steph no deja de besar su pequeña cabecita, cubierta de un fino cabello negro.

-Ryan, ven. Mírala.

Me quiero acercar, pero no puedo.
Estoy paralizado.
Fuerzo mis pies a moverse hacia adelante y lentamente llegó junto a la cama de la que fui, no tan amablemente, quitado cuando la enfermera paso con la bebé.

A la derivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora