Eva

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Ryan abre la puerta para mí y yo me deslizo dentro de la casa sintiéndome como una oruga.

Esto de tener bebés no es nada glamuroso.

Todo el cuerpo me duele. Cada pequeño pedazo de mi duele como la mierda.

Lo único que me impide arrepentirme de algo es la pequeña cosa en mis brazos, que está  profundamente dormida.

Eva, mi hija.

Mi hija.

Cristo, decir “mi hija” se siente demasiado raro.

Una vez dentro, miro a Ryan y le sonrío. —Somos padres.

Sonríe. —somos padres.

Noah, quien está parado detrás de Ryan, rueda los ojos y nos empuja para que pueda pasar.

—     ¿En serio van a decir esto cada vez que laven?

—     Sip

—     Afirmativo. —decimos al mismo tiempo y nos reímos.

Noah vuelve a rodar los ojos y se pasea dentro de la casa de Ryan como si fuera suya. Va caminando como si buscara algo y no logra encontrarlo. Ve detrás de una columna y una mirada confundida cruza su rostro. Es algo divertido, la verdad.  Lo oigo murmurar algo parecido a “que raro” pero no estoy cien por ciento segura.

Miro a Ryan, quien se encoge de hombros. Miro de vuelta  a Noah quien ha desaparecido en la cocina, aún sin encontrar lo que sea que está buscando.

La puerta se abre y veo a una mujer de mediana edad entrar con un paquete de pañales y talco en sus brazos. Se me hace vagamente familiar pero no le puedo ver la cara así que no estoy segura.  Cuando por fin baja las cosas a la mesa en la entrada veo a mi nana caminar hacia mí.

Quiero correr y abrazarla pero tengo a Eva en brazos así que no lo hago.

Repentinamente me paraliza tener a Eva en brazos pero por una manera totalmente distinta.

No sabía que Tati estaba al tanto de mi situación, al tanto de Eva.

Cuando hablé con ella la semana pasada y le pedí que viniera a cuidarme no le dije precisamente que iba a tener un bebé, más como que le dije que necesitaba su ayuda y ella no dudó ni un instante en venir.

—     Bueno, ¿que tenemos aquí?—pregunta cuando está enfrente de mí. Trago y se le muestro.

—     Se llama Eva. —digo en algo parecido a un susurro. Miro hacia abajo. No puedo soportar la decepción en sus ojos sí es que eso es lo que siente.

—     Estephanie, mírame. —agarra mi barbilla, obligándome a verla.

No hay decepción. Solo una brillante sonrisa en sus labios. —Es hermosa.

Sonrío. —Lo es.

—     ¿Cuándo ibas a decirme?

—     ¿Ahora? —le doy  mi mejor sonrisa. —La verdad es que tenía miedo. 

—     ¿miedo? Acabas de tener un bebé ¿y tenías miedo de lo que fuera a pensar?

—     Ajamm. —muerdo mi labio.

—     ¿Quieres saber lo que pienso?

Asiento.

—     Pienso que eres la persona más valiente que conozco, acabas de pasar por una de las cosas más hermosas, pero también más dolorosas de la vida y lo hiciste sin el apoyo de tus papás y aún así no podría estar más orgullosa de ti.

A la derivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora