Un día a la vez

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—     Llegamos. —la voz de Noah corta a través de mis pensamientos. Estamos enfrente de la casa de Noah. Su casa verdadera o la de sus papás, más bien. Decidimos volver con ellos porque no soportaba la idea de ir al departamento que compartíamos antes del accidente y volver sin Eva.


—     Gracias.—murmuro débilmente.


Ryan y yo estamos exhaustos, tanto física como emocionalmente y realmente no hemos hablado mucho estos días. Puedo ver en él gran parte de lo que era Eva, la forma de su nariz y como la arruga cuando está concentrado, la forma de sus labios. Creo que él siente lo mismo porque tampoco ha intentado hablar mucho.


Una vez dentro de la casa, la mamá de Ryan corre a abrazarme con lagrimas en los ojos y aunque ahora apenas soporto el contacto con alguien más, abrazar a Maggie se siente de alguna forma enferma y retorcida correcta porque siempre pensé en ella un poco como mi mamá. Siempre que la veía los domingos en el club deseaba secretamente que ella fuera mi madre, ahora de algún modo es verdad pero entonces recuerdo mi situación actual y pongo un poco de distancia antes de que me vuelva toda lágrimas y sollozos.


—     Ryan está arriba. —anuncia.


Asiento y me dirijo a la planta de arriba, no sin antes ver una sonrisa vacilante en el rostro de Erik, el padre de Ryan.

Respiro profundo antes de abrir lentamente la puerta de madera de la habitación de Ryan. Está viendo hacia afuera de la ventana, perdido en sus pensamientos. Su pierna está enyesada sobre la cama y su cara se muestra impasible, se ve tan frágil que dolería si alguna parte de mi no doliera ya.

Mueve rápido la cabeza en mi dirección cuando me oye entrar.

No me da una sonrisa como antes.

 No se iluminan sus ojos cuando me ve.

No dice nada.

Se hace un poco a la izquierda para que me acomode junto a él. El contacto me quema y mi primera reacción es correr en dirección opuesta pero me obligo a relajarme y lentamente me encuentro encerrada en sus brazos.


—     Hola. —susurro. Sus brazos me aprietan un poco más.

—     Hola—no reconozco su voz

—     ¿Cómo te sientes?—pregunto.


Mueve un hombro.


Volteo a verlo y el aparta la mirada. Me duele.


—     Lo siento. —dice. Su voz... Su voz suena tan cargada de... todo.

—     Yo también. —es todo lo que digo.

—     Estephanie, bésame. —no es una orden, no. Es un ruego. Así que lo hago, lo beso con desesperación y él hace lo mismo. No sé cuanto tiempo hemos estado besándonos pero ahora nuestras lágrimas corren libres. Tanto las mías como las suyas. Creo que este es el beso más feo que alguna vez he tenido y no quiero decir que lo haga mal, quiero decir que cada toque, cada roce, cada suspiro duele. Me rompe a pedazos.  Ryan se aparta primero, su frente contra la mía.


—     Lo siento. Sólo se  siente mal. Lo siento tanto.

Yo solo lloro pegada a su pecho, empapando su camisa. —¿Qué vamos a hacer?

A la derivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora