Monstruo

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-Stephanie, ven a la casa ahora-. Dijo mi padre desde el otro lado de la línea.
-¿Pá? ¿Qué pasa?
-Es Tommy. Tu madre salió de casa unos momentos y se olvido de cerrar la puerta, Tommy escapó. Lo siento cariño.
No deje que dijera nada más, colgué y corrí a la parada de autobuses. No podía creer que se hubiera escapado, yo lo había entrenado a la perfección y nunca salía de casa si no llevaba correa o iba conmigo. Mi estómago se revolvió. No podía perder a Tommy, era lo único que me mantenía cuerda en esa casa de locos. Era el único que me prestaba atención por ser yo. Sin esperar obtener algo. Aunque suena raro dado que me refiero a mi perro pero para mi él era una parte de mi.
Llegué a casa en tiempo récord y todo estaba tranquilo y en silencio. Inmediatamente extrañé los sonidos de felicidad que Tommy hacía cuando llegaba.
Encontré a mi madre en el salón. Estaba leyendo una revista y sonriendo como si hubiera ganado algo. Le encanta ganar.
Cuando me vio recompuso su cara rápidamente.
-Oh Stephanie, ¿ya te dijo tu padre?
-Si. ¿Cómo olvidaste cerrar?-. Chillé.
-No estarás insinuando que fue mi culpa, o ¿si?
-Pues nadie más olvido cerrar la puerta, o ¿si?
-No me hables así jovencita. Que tu estúpido perro se haya ido no es mi culpa. Es tuya por no hacerme caso.
Entonces lo comprendí todo. Tommy no se había escapado, mi madre lo había echado.
-¿todo esto sólo porque no busqué a alguien que lo adoptara?
-Por ir en contra de mi voluntad-. Corrigió.
-Eres un monstruo. ¿Cómo pudiste? Nunc...-no pude terminar la frase porque su mano chocó con mi mejilla.
-Nunca me vuelvas a hablar así, ¿te quedo claro?
-Nunca me vuelvas a golpear-. Respondí y me fui a buscar a mi perro.
Es irónico pensar que hace sólo unos años éramos una familia verdaderamente feliz. Teníamos cenas juntos por lo menos 5 días a la semana, Navidades juntos e incluso nos íbamos de campamento. Ahora, sin embargo, todo había cambiado. Nunca estábamos juntos, mi hermano se había ido y mi madre nos odiaba. Una perfecta familia feliz a los ojos de todos, adentro en cambio, apenas nos hablábamos.

A la derivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora