Noah

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-Mi niña, mejor te comes eso ya o se enfriará.-Tati me regaña por jugar con la comida.

-No estoy hambrienta, Tati.

No es como si hubiera encontrado a mi novio en la cama con mi supuesta mejor amiga. Nop, para nada.

-No te preocupes, Tati. Yo me lo como.

Una voz llega desde la puerta de la cocina.

Me levanto de un salto y corro hacia él.
Mi hermano me levanta y yo pongo mis brazos al rededor de su cuello atrapandolo en un abrazo asfixiador.

-Te extrañé, te extrañé, te extrañé.

Le digo pero mi voz sale amortiguada por su cuello. Él me aprieta un poco más, sacándome el aire.

-Y yo a ti, pajarito.

Pajarito. Su apodo de niña. No sabía que significaba para Noah porque nunca me había querido decir porque me llamaba así.

-¿Tienes hambre? Hay mucha mucha comida. Ven, come.

Le doy unos golpecitos a la silla a mi lado.
Parezco una niña pequeña.

-Bueno que estuvieran preparados.

-¡Stephanie, te dije que no tengo tiempo! ¡Apúrate niña!

Mi madre grita desde el corredor. Noah se tensa.
La odio.

-Te dije...-se interrumpe cuando ve a Noah-. Oh. Supongo que ya hay quien te lleve.

Y así sin más, da la vuelta y se va.

-Es una perra.- digo a nadie en especial.

-Es tu madre.-me recuerda Noah.

-Y la tuya, pero ¿actúa como tal?
No. Claro que no.

-Eso no le quita que sea tu madre.
De hecho nos quiere, a su manera.-Explica Noah. Pero yo en realidad no entiendo su manera. Si tuviera hijos, no haría otra cosa que alegrarme cuando llegarán a casa. No sería fría.

***********************

Pasamos la mañana en "El volcán", un parque al que solíamos ir cuando éramos niños.
Yo me columpio y el me observa recostado sobre una resbaladilla.

-¿Cuantos años tienes, 10?- me molesta.

Le saco la lengua y me impulso incluso más alto. Cierro los ojos. Estoy volando.
Amo esta sensación en la parte baja de mi abdomen. Pequeñas cosquillas de felicidad.
La cara de Ryan aparece en mi mente. Recuerdo la sensación de sus labios sobre los míos y mi corazón da un vuelco.
Nadie me ha hecho sentir así.

-Ven aquí, Stephie.-Demanda Noah.

Bajo la velocidad hasta que mis pies tocan el piso y salto fuera del columpio.

-¿Qué pasa?-pregunto.

Me mira y da hace a un lado para que haya espació para mi en la resbaladilla. No es suficiente.
Me subo encima de él como cuando era pequeña.

-Te compré algo.-Mete la mano en el interior de su chaqueta. Cuando la saca, hay una cajita rosa.

-Gracias- digo antes incluso de ver lo que hay adentro-.me encanta.

-Aún no lo has abierto-. Dice con exasperación es su voz pero se que está jugando.
Lo tomo y lo abro.
Lo amo.

Una pequeña cruz de oro es lo primero que veo. Cuando lo alzo veo que tiene la cadena y al darle la vuelta veo mi nombre grabado con letra cursiva, las letras se entrelazan unas con otras, elegantemente.

-Noah, es precioso.-digo sin aliento. Es sencillo pero totalmente significativo.

-Es para recordarte que nunca estarás sola. Incluso cuando yo esté lejos, Dios nunca te abandonará.

Noah es un creyente. Es totalmente católico aunque no se sí cree en Dios por nuestros abuelos nos lo inculcaron o lo decidió por su cuenta.
De nuestros padres claro que no lo aprendió.

-Dijiste que nunca estaríamos lejos el uno del otro.- le recuerdo.

-Sólo no lo olvides. Nunca sola.- enfatiza.

Nos quedamos así, el uno junto al otro por unos minutos más pero cuando la primeras gotas de lluvia empiezan a caer, corremos hacia el coche de Noah.

-Hueles a perro.- Noah arruga la nariz con disgusto.

Olfateo. Rayos, es verdad pero me doy cuenta que no soy la única, él también apesta.

-Tu tampoco hueles a rosas.

-Yo huelo varonil.- sonríe.
-A albañil.- me burlo.

Le llega un mensaje y su sonrisa se ensancha.

-Vamos a comer pizza, mis amigos están cerca.

-Yei.- aplaudo como niña de 7 años. Amo la pizza.

-Sólo conocerás a Mario y a Summer. Ashton está de viaje.

No se quien es Ashton pero asiento con la cabeza como si entendiera.

A la derivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora