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—Yo no me muevo más, estoy cansada —protestó con un tono que reflejaba su agotamiento.
Al escuchar sus palabras, no pude evitar soltar una risa.

—Qué vaga eres, mujer. Espero que en la cama no seas así —respondí con una ceja alzada, tratando de ocultar mi diversión detrás de un tono juguetón.

Sus ojos me encontraron en un desafío silencioso antes de que su sonrisa se ensanchara, despejando cualquier duda que pudiera haber tenido.

—¿Quieres comprobar? —propuso con un destello travieso en su mirada. Mi corazón dio un brinco ante su atrevida insinuación, y sentí cómo la tensión en el ambiente aumentaba ligeramente.

Sin previo aviso, Samantha se movió hacia mí con una gracia felina. Mi aliento se entrecortó mientras sus labios comenzaron a trazar un camino de besos por mi cuello, cada caricia dejando una huella eléctrica en mi piel. La cercanía de su cuerpo me hizo sentir su calor, sus movimientos lentos y deliberados me hipnotizaron por completo.

Poco a poco, sus besos descendieron por mi abdomen, provocando que mis músculos se tensaran y mi respiración se volviera más profunda. Mi mente se llenó de imágenes sugestivas mientras imaginaba hacia dónde se dirigían esos besos.

—¿Qué pretendes? —logré balbucear, mi voz un susurro ronco que reflejaba el deseo que estaba empezando a apoderarse de mí.

Samantha se detuvo de repente, y sus ojos chispearon con un brillo travieso mientras me observaba con intensidad.

—Amor mío, ponle collar a eso —musitó en un tono sensual, y en un movimiento sorprendente, sus dedos se deslizaron hacia mi entrepierna, apretando sobre la tela de mi pantalón con una firmeza que envió un estremecimiento por todo mi cuerpo.

Un gemido quedo se escapó de mis labios ante su atrevida acción, y sentí cómo el calor ardiente se extendía desde donde sus dedos estaban presionando. El pulso en mi entrepierna palpitaba con urgencia, y el deseo se acumulaba en el aire, espeso y palpable.

—Amor mío, ponle collar a eso —repetí, tratando de mantener mi voz firme mientras luchaba por controlar las oleadas de sensaciones que me invadían.

Samantha se apartó de mí con un movimiento ágil , dejándome sin aliento y descolocado. Mis sentidos estaban en alarma máxima, mi piel aún zumbando con su toque. Observé mientras ella se alejaba, su figura resplandeciendo con confianza y provocación.

—Así, sin más... —susurré, apenas logrando articular las palabras. Mi mente estaba girando, aturdida por la pasión repentina que había llenado la habitación.

Después de sentirme completamente excitado por el roce de su piel contra la mía, Samantha se aventuró en el pequeño manantial de agua clara que se desplegaba ante nosotros. El agua jugueteaba con sus contornos, dejando que la luz del sol danzara sobre su figura, creando reflejos dorados que resaltaban su belleza. La vista era una imagen digna de una pintura.

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