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Antes de dirigirme a casa de Sam, me aseguré de que Serena abandonara mi territorio

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Antes de dirigirme a casa de Sam, me aseguré de que Serena abandonara mi territorio. Había contado los detalles de lo sucedido a Samantha, quien me acompañaba en ese momento. Nuestro ambiente estaba lleno de tensión cuando un inquietante ruido desde el piso de arriba nos alertó.

—¿Quieres que me quede aquí hoy? —pregunté, sintiendo que era lo más seguro.

—Será mejor —respondió Samantha con cierta preocupación en su voz.

Movido por un instinto protector, la abracé, cubriendo su cabeza con mis brazos, creando un refugio para ella en mis brazos. La seguridad que sentía en ese abrazo era recíproca, como si nuestras presencias mutuas disiparan cualquier temor.

—Vamos a seguir haciendo la cena, tengo mucha hambre —dijo Samantha, separándose suavemente de mí mientras bajamos las escaleras—. Mañana comunicaré a la manada y nos dirigiremos al aquelarre de los brujos.

Sin embargo, en medio de su semblante, algo en su mirada cambió repentinamente, como si un pensamiento o una preocupación más profunda la hubiera detenido.

—¿Elías está con su mate? —preguntó, mirándome con intensidad.

Antes de que pudiera responder, la voz de Dean, nuestro compañero, irrumpió, rompiendo la tranquilidad del momento.

—Samantha, algunos Roguers han entrado en la manada y dicen que no se irán a menos que los enfrentes.

El tono urgente en su voz capturó nuestra atención. Samantha salió de la sala corriendo con una determinación inquebrantable, la seguí rápidamente, mi mente se preparaba para lo que fuera que se avecinaba.

—Os doy dos oportunidades —escuché a Samantha decir con voz firme mientras se dirigía al grupo de Roguers—. Os marcháis y aquí no ha pasado nada, o os mato. ¿Qué elegís?

El grupo de intrusos incluía a un hombre de aspecto cuarentón, cabello rubio con canas, una figura rechoncha y una estatura considerablemente baja. Sus ojos desprendían desprecio cuando clavaron su mirada en Samantha, y esa mirada fue suficiente para encender mi ira.

—Queremos informar algo. A cambio, exigimos alimento —declaró el hombre de manera desafiante, tratando de imponer su voluntad.

—No te pases —dije, acercándome al sujeto con un tono de voz firme.

No pude contener mi enojo mientras lo enfrentaba, mi furia crecía por momentos. Me aproximé a él con los ojos llenos de rabia, listo para dejar en claro que no toleraría ninguna falta de respeto hacia Samantha.

—Cállate, Roguer —exigió Samantha, mostrando su autoridad—. ¿Cómo puedo estar segura de que no intentarás engañarme? Dean, llama a Owen.

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