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“Yo, sin embargo, creo que en la oscuridad también hay luz”
Mateo Taylor.

Livana.

Llevo tres semanas yendo al psicólogo.

Me ha ayudado a entender muchas cosas, a recordar cosas que había intentado olvidar, incluso hasta estoy llevando una dieta más sana.

Veintiún días.

Llevo veintiún días sin cortarme, y sin provocarme el vómito.

Después de casi diez años luchando y batallando mis problemas sola, contarle esto a alguien me hizo bien.

—¡Liv, les tengo una sorpresa! Baja, por favor— escucho la voz de mi abuela y miro a Mateo acostado a mi lado.

—¿Bajamos o la damos por loca?— me sonríe.

—Bajamos— salimos de mi habitación y la veo al pie de las escaleras con una llave.

—¿Y bien? ¿Qué pasa?— le digo directamente.

—Vaya, que cariñosa— dice sarcástica— Mira, las llaves de la casa de la playa.

—¿Y?

—Hija mía, debemos pensar un poquito más— rueda los ojos riendo— Pueden ir allí, serán como unas vacaciones. El doctor Rooney me dijo que quizás deberías descansar de todas estas semanas de consulta y, ¿que mejor descanso que un fin de semana en la playa con este chico tan lindo?— ruedo los ojos.

—No le digas lindo que luego se lo cree— me río ganándome una mala mirada de Mateo.

Mi abuela se acerca a nosotros.

—No creo que queden condones en la casa, si fuera ustedes pasaría por la farmacia antes de irme.

—¡Abuela, vas a asustar a Mateo!— digo riendo, a lo que ambos se unen— ¿Podrás ir?— le digo al trigueño.

—Claro, contigo voy hasta el fin del mundo— hago una mueca— Vale, lo escuché en una película y quise ver cómo se oía. Es un poquito...— se pone a pensar la palabra adecuada.

Este chico piensa mucho.

—¿Irritante? ¿Empalagoso? ¿Repugnante?

—¿Hermoso?— dice mi abuela con cara de boba.

Esta señora es una romántica.

—Pff, ya claro, hermoso— digo con desdén.

—Dejémoslo en que al actor le quedaba mucho mejor.

—Si, dejémoslo ahí— le digo para comenzar a subir las escaleras.

—¡A mi me pareció hermoso!— grita la castaña de casi sesenta años.

—¡Ay, abuela, por dios!— grito de vuelta.

(...)

Estoy recostada en la cama de mi habitación de la casita en la playa mirando el techo con cansancio.

Viajar cuatro horas en un coche con muchísimo sol, es un asco.

Veo como Mateo viene hacia mi con una bandeja de comida y me siento.

—Oh, vamos. No somos de esas parejas clichés— le digo— Aunque tampoco somos de las que dicen que no son clichés.

—Ni siquiera somos pareja— me dice y abre la boca pero la frase sale de mi.

—Entonces, ¿quieres ser mi pareja?— ahora su boca se abre aún más, me río— ¿Y?

—Claro. Si que quiero ser tu pareja— le sonrío y me deja la bandeja sobre mis pies.

¿Por qué fuiste mi luz?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora