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Mateo.

Mi respiración era entrecortada, mi párpado estaba temblando ligeramente, mientras que mi novia permanecía en silencio sujetando mi mano.

Su perfil ligeramente iluminado por la farola de la calle me daba una hermosa visión de su rostro de lado. Su cabello castaño danzaba de un lugar a otro por el aire acondicionado de su auto mientras me regalaba una sonrisa.

Sentía nervios y mi cabeza daba vueltas por la impaciencia.

La chica a mi lado suspiró como si estuviera buscando las palabras correctas.

—Todo va a estar bien— acaricia suavemente mi mejilla.

—Quiero irme— murmuro moviendo mi pierna con desespero.

—Debes afrontar esto. Te conozco, sé que no quieres irte.

—¿Entrarás conmigo?

—Esto debes hacerlo solo pero estaré aquí, esperándote.

—Gracias, Livana— le doy un pequeño beso en los labios para luego salir del auto camino a ese restaurante en el que mi vida cambiará. Puede ser para bien o para mal.

Ahí estaba yo: un chico "bueno" caminando hacia su destrucción o salvación.

Ahí me esperaba ella: la mujer que me abandonó en cuanto vine al mundo, ansiosa por darme todas las respuestas que necesitaba.

Y en ese lugar, a aquella misma hora de la noche, estaba Livana: una chica con problemas, inseguridades y miedos, pero aún así, esperaba en su auto para sostener mi mano como una heroína intentando salvar el mundo. Sólo que ella con su presencia salvaba y cuidaba mi mundo.

Entro al restaurante y miro hacia todos lados. No tengo idea de como se ve, me dijo que llevaría una flor roja en el cabello para que pudiera identificarla. Me siento como un idiota enamorado que va a conocer a su novia por internet, la diferencia es que yo no estoy eufórico por conocer a esta persona, ni siquiera sé cómo reaccionaré cuando la tenga frente a mi.

Diviso a una trigueña de cabello corto con una flor roja en él, sus ojos negros son intensos y su cara se ve algo cansada.

Mientras me acerco a pasos lentos veo como retuerce sus dedos en un claro gesto de nerviosismo.

—¿Olivia Grant?— pregunto mirándola.

—Si, soy yo— me mira de arriba abajo— ¿Mateo?— asiento— ¡Siéntate hijo!

Le doy una mirada indiferente y tomo asiento.

—Solo... Mateo. Por favor.

—Está bien. Disculpa— se queda unos segundos mirando sus uñas para luego hablar— Estás muy mayor, y guapo. ¿Eres feliz?

Doy una risa burlona y la miro.

—¿Que si soy feliz?— repito— ¿En serio? ¿Diecinueve años después de abandonarme vienes y me preguntas si soy feliz?— vuelvo a reír, es una risa amarga— ¿No te parece un poco hipócrita, Olivia?

Ella cierra los ojos como si eso le estuviera doliendo.

—Olivia. Nunca me había disgustado tanto oír mi nombre. ¿Algún día podrás llamarme "mamá"?

Otra risa amarga.

—Ya tengo una madre. Una que amo, me ama, y quien a pesar de no tener mi sangre jamás me abandonaría. Asi que no, lo siento, nunca podré decirte "mamá".

¿Por qué fuiste mi luz?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora