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Livana Lodge.

Siento una extraña sensación. Me siento como si mi alma hubiera salido de mi cuerpo dejando un trozo de carne vacío.

¿Estoy muerta?

Solo veo una inmensa y terrible oscuridad. Solo silencio captan mis oídos. Tengo miedo.

¿Acaso esto es morir?

Siempre soñé con la muerte, pensaba que era un lugar lleno de paz sin embargo esto no me gusta.

Con las pocas fuerzas que tengo trato de abrir los ojos, de respirar, de volver a sentir.

Algunos segundos después puedo oír el sonido del latir de mi corazón.

Mis párpados pesan pero logro percibir una cegadora luz y trato de acostumbrarme aún con la vista borrosa.

Mi cabeza comienza a latir y a dar vueltas. Cierro los ojos nuevamente para abrirlos esta vez completamente.

Por fin puedo distinguir donde estoy.

Un hospital.

¿Cómo llegue aquí? ¿Qué me pasó?

Quiero preguntar pero no hay nadie a mi lado. Siento miedo. Estoy sola.

Al intentar levantar mi mano para llevarla a mi cara siento un dolor agudo. Tengo una aguja perforando mi vena.

Observo fijamente las blancas paredes, una fuerte punzada en mi cabeza hace que vuelva a cerrar mis iris. Venciéndome el cansancio vuelvo a dormir. Me siento como si no hubiera descansado en días.

(...)

Me despierto por un bullicio y miro ambos lados.

A la derecha están mi abuela y Owen mirándome con preocupación, y a la izquierda el señor de negro y la señora de blanco discutiendo.

—¡Liv! ¿Cómo te sientes?— habla mi primo.

—No la hagas hablar— regaña mi tío desde la otra esquina de la habitación.

—¿Dónde... está?— es lo primero que atino a decir.

Todos se miran entre sí, y se quedan callados.

—¿Te sientes mejor?— pregunta la mujer dicen que es mi madre.

Intento rodar los ojos pero me mareo.

Respiro profundo y vuelvo a preguntar.

—Mateo ¿dónde está?— vuelven a mirarse y mi abuela es quien se acerca.

—Livie, no puedes alterarte ¿de acuerdo?

Mala señal.

—¿Pueden dejarnos un momento a solas?— todos asienten y se marchan.

—Abuela... ¿qué... qué pasa?— digo con dificultad.

—Estamos esperando que los doctores vengan a revisarte para ver qué daños tienes.

Vale.

Espero algunos minutos pero ella se queda en silencio.

—Abuela, dime ¿qué pasa con Mateo?

—Acaba de...

No.

No, no, no.

Si, escuché la palabra sólo que no quiero pensar en ella.

—¿Qué?— digo shockeada.

—Lo siento mi niña.

—No, joder, no— me quitó la aguja del brazo y como puedo camino hacia la puerta, cuándo estoy a punto de salir todos vienen y me sujetan— ¡Me tienes que estar jodiendo! ¡Él no! ¡MATEO!— desgarro mi alma esperando que él conteste.

¿Por qué fuiste mi luz?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora