20

1 0 0
                                    

“Pasé toda mi vida sobreviviendo sola, ¿qué sentido tiene que ahora, cuando ya he intentado superarlo, la gente se entere de todo lo que luché?”
Livana Lodge.

Mateo.

Después de soltar semejantes declaraciones me doy cuenta de lo fuerte que es esta chica.

Ha vivido todo el tiempo aparentando ser borde y caprichosa cuando a puertas cerradas luchaba con tantas cosas.

La admiro.

Nunca me cansaré de pensar que es de las personas más admirable que he conocido.

Ella se remueve y suelta un pequeño quejido.

Pongo mi mano sobre la suya.

—Sé que no debo meterme en tu vida.

—Exacto, no debes— y me impresiona aún más como sus ojos lloran con muchísima tristeza y sus palabras salen tan frías y crueles.

Ignoro lo que acaba de decir y continuo.

—¿Qué te ocurre?— la miro, ella desvía su mirada.

—Aparte de todo lo que te conté... nada. Aunque...— forza una sonrisa— Todo lo que acabo de decir es menti-

—No me digas que es mentira, o que estabas borracha o que es simplemente una ilusión de tu mente, algo me dice que no lo es y lo siento, de verdad, pero... debes dejarte ayudar Livana, quiero ayudarte— pongo la mano en su espalda y aprieta sus labios para no soltar un quejido— ¿Qué tienes?

—Nada— la hago mirarme— Na-nada.

—Livana— hablo demandante porque sé que sino no me dirá nada.

—Me... duele.

Le pido permiso con la mirada y asiente.

Subo un poco su blusa y aunque los pensamientos impuros me invaden me concentro en lo que estoy haciendo.

Suelta un gemido al sentir el frío de la mañana contra su espalda dañada.

Abro mi boca ligeramente.

—¿Quién te hizo esto?— silencio— ¿¡Quién demonios te hizo esto!?— miro todas las marcas en su espalda, algunos son moretones y otros se están tornando verdes.

¿Cómo ella ha lidiado con esto sin que nadie se diera cuenta?

¿¡Cómo ella puede ir cada día a fiestas y bailar con todos esos golpes en su cuerpo!?

—Livana, estoy hablándote.

—Mi...— baja la mirada— padre.

—Hay que denunciar a ese hombre, vamos— intento levantarla del piso.

—¡No, no, no!— niega.

—Tiene que pagar. Ese hombre es peligroso para ti y para tu vida, tienes que denunciarlo ¿de acuerdo?

—No voy a hacer eso— me mira, esos ojos verdes se ven angustiados— Es mi padre, es un poco temperamental pero es... mi padre— encoje sus piernas y las rodea con sus manos escondiendo su cabeza con su cabello.

Otra vez esa posición.

Miedo.

—Livana, escúchame ¿si?— me acerco suavemente a ella— Tu vida corre peligro, estás llena de marcas eso servirá como evidencia, tiene que estar tras las rejas, puede matarte.

—El mundo no se va a acabar sólo porque yo me muera.

—El mío si.

Ambos nos quedamos callados asimilando lo que acabo de soltar.

¿Por qué fuiste mi luz?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora