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Mateo.

A mi lado Flavia llora mientras en la pantalla de mi portátil Leonardo DiCaprio cae de la tabla completamente congelado y se pierde en las profundidades del océano.

Veinticinco veces.

Sin mentir, veinticinco veces he visto la misma escena, en la misma película en los últimos cinco años.

Es la favorita de mi mejor amiga, y me obliga a verla cada vez que puede.

Es un poco más de medianoche, Mer duerme en su cuarto al igual que mis padres mientras que Thalia está en su casa aún sin hablarme desde el día que llegó la morena.

Mi celular vibra en mi bolsillo, lo saco rápidamente pensando que es la del cabello extravagante pero me equivoco.

Livana... llamando.

Alucinado me levanto del sofá, camino lejos de mi amiga y pongo el teléfono en mi oído luego de descolgar.

—¿Si?

—¿Podrías... venir? Oh Dios, no sé que mierda te estoy pidiendo. No es nada ¿vale? Tómame por loca.

No me pasa desapercibida su voz ronca como si estuviera llorando.

—Livana, ¿qué ocurre? ¿Dónde estás?

—¿El parque?— duda por un momento— Si, eso creo. ¡Ah!— grita de repente.

—¿Qué pasa?— silencio— ¡Livana!

—¡Creo que acaba de morderme una rana! Espera, ¿las ranas pueden morderte? ¿Todos los animales puedes morder o no? ¡Ah! ¿¡Por qué mierda salta!?— dice todo eso sin respirar, su voz está asustada pero a la vez llorosa.

—Necesito que me atiendas ¿ok?— escucho como intenta calmarse— ¿Qué pasa?

—Estoy, hip, creo que, hip, oh mierda, hip, estoy jodidamente borracha— dice y se ríe. Segundos más tarde siento un sollozo— Yo, hip, tengo miedo, hip, mucho miedo Mateo— y estalla en llanto.

Mi cabeza está intentando procesar todo.

Flavia llorando en el sofá por una película.

Livana borracha.

Flavia llamándome para que me siente junto a ella.

Livana sola en un parque, y ¡borracha!

—Liv, escúchame ¿vale?— intenta calmarse para oírme— ¿Dónde estás?

—Nuestra primera clase— es lo último que dice para volver a hipar y que se corte la llamada.

—Debo irme ahora— le digo a Flavia al pasarle por el lado para entrar a mi habitación.

Busco una chaqueta y la morena me sigue.

—¿Qué dices?— me mira como si una tercer ojo hubiera aparecido en mi cara— Mateo, ¿por qué estás tan agitado? ¿Por qué te pones la chaqueta?— sigo buscando como loco mi celular— ¡Lo tienes en la mano!— me hace saber y me regaño mentalmente.

Tomo las llaves de la casa y le pasó por un lado.

—¿¡Piensas responderme!?— alza la voz.

—Baja la voz, Flavia— le digo— Me necesitan, voy a estar fuera poco tiempo. Sigue viendo tus películas.

—¿Vas a follar con esa chica? ¿La de esta tarde?— frunzo el ceño y niego— Venga ya, no soy tonta. ¿Por qué me dejas sola para ir a follar con esa?

¿Por qué fuiste mi luz?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora